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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: martes 20 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Si bien el texto fundamental quedó intacto tras la votación, como argumenta el oficialismo, el partido de gobierno se dio modos para burlar los fríos resultados electorales y su motivación política al conseguir que el Tribunal Constitucional Plurinacional fallara a favor de los “derechos políticos” de Morales a una nueva repostulación, con el argumento del mandato del Pacto de San José, decisión que ha dividido otra vez al país en dos aguas: unos que reivindican el Sí de la consulta de 2016 y otros que lo hacen por el No (a la repostulación).
Resultó como un intento más del oficialismo por lograr algo que no pudo hacerlo en las urnas, un desquite político que omite el mensaje electoral: la Constitución no permite una segunda repostulación y Morales no está habilitado para eso.
Entre la resistencia de la oposición, de colectivos ciudadanos y de una importante población a una nueva candidatura de Morales y la defensa de esa pretensión electoral del oficialismo, de sus militantes y de sus organizaciones sociales afines, el país se encuentra en una suerte de competencia por demostrar quién tiene la razón, con un saldo que quizás no cambie el estado de situación: que la oposición y sus seguidores no se resignen en la defensa de su posición, y el oficialismo no recule en su afán por la postulación de Morales.
Ya hubo movilizaciones parecidas de ambos bandos hace poco, cuando el Tribunal Constitucional hizo conocer su polémica decisión, sin consecuencias mayores —el ajuste de las decisiones políticas— sino titulares y fotografías de primera plana. ¿Habrá posibilidad de cambiar el estado de cosas que pone en vilo al país?
No será el “día de la mentira” ni el día de la “defensa de la democracia”, como respectivamente proclaman los sectores en conflicto. Los bandos se juegan su influencia; están a prueba del escrutinio ciudadano con miras —con Morales o no y un candidato de oposición aún sin nombre ni peso en el electorado— a las elecciones presidenciales de finales de 2019. Nada más.
El tercer 21F no derivará en la nominación de ningún candidato ni se decantará por uno: el Movimiento Al Socialismo (MAS) anunció la proclamación de Morales sin éste en los actos (una provocación contra sus detractores) y la oposición está más dispersa que antes, sostenida por “colectivos ciudadanos” que no tienen incidencia en las decisiones políticas más que su frágil influjo en las redes sociales.
Así, el oficialismo persistirá en su posición y la oposición, más allá de los recursos legales contra la sentencia del Tribunal Constitucional presentados ante organismos internacionales, todavía está distraída con el caso antes que propugnar una acción real de disputa del poder a través de una propuesta alternativa al “proceso de cambio” y una candidatura sólida y única.
Habrá que ver cómo termina esto en las calles, políticamente hablando. Una movilización real tendría que hacer trastabillar los intentos de repostulación de Morales o, al contrario, terminar de convencer sobre esa pretensión prorroguista.
Ninguno de los bandos da la talla para esas consecuencias. Lo cierto es que Morales, incluso faltando a su palabra, está consumando poco a poco sus ambiciones.