Es cierto que muchos éramos jóvenes y niños, pero cuando había convicción, las mujeres y varones, grandes y jóvenes, no pudimos retroceder en el último ataque del modelo neoliberal que quería privatizar la vida misma y todos sabíamos que este era el principio del fin de esos neoliberales victoriosos hasta ese momento. Era el tiempo de los partidos de la “megacoalición” con el exdictador Banzer y Tuto, con Doria Medina, con Goni y sus seguidores, con Jaime Paz, es decir, tiempos del MIR, ADN y el MNR.

La historia de Bolivia cambió desde ese momento de pérdida del miedo y de la convicción de la posibilidad certera de lo popular, de lo revolucionario, se tuvo mártires y héroes, muchos anónimos y casi todos sin justicia hasta el día de hoy y, como siempre, con un pasado que se quiere reinventar y volver una y otra vez, engañando y mintiendo, llorando, victimizándose y otras artimañas de las más miserables.

No es posible que nuestros muertos, el dolor, la pobreza y el sufrimiento que nos impusieron no sean nada, que se pierda la memoria y que ahora existan políticos tan contrarios a nuestro país que quieran que una potencia extranjera ejerza injerencia en nuestros asuntos internos. Las y los bolivianos somos un pueblo digno y valiente que ha conseguido avanzar hacia senderos de estabilidad –de los que faltan mucho más andar- y no podemos ser derrotados por quienes actuaron con odio y racismo, con quienes creen que los indios son inferiores, que las mujeres deben cumplir un rol subordinado o que el imperialismo yanqui deba imponernos sus designios, cuando sabemos que eso es muerte y destrucción.

Hoy, más que nunca, unidos en nuestra diversidad, debemos defender Bolivia.