Esa determinación hace que lleven adelante una opresión calculada controlando la información destruyendo todo intento de pedir respeto a la libertad de pensamiento.

Ese modo de censura es un paso fatídico del MAS destinado a cerrar los matutinos, los diarios y los periódicos y ocupar esos espacios con sus propios medios de comunicación que sólo difundan la causa del socialismo siglo XXI.

La asfixia económica que aplica el Gobierno a los medios impresos, es un síntoma evidente de generar la inestabilidad laboral y ver a los periodistas junto a sus familias en la calle, viviendo a la deriva, algo inaudito e inhumano.

Los seguidores de don Evo Morales Ayma, tienen como meta ver a Bolivia con pocos medios informativos controlados por el Estado, lo cual justifica la represión a las empresas periodísticas que se atrevan a salir en defensa de la libertad de expresión.

Esa "advertencia" es propia de un régimen populista que pretende solidificar su expansión de poder absoluto, dedicándose, en cuerpo y alma, a intoxicar a la población con etiquetas publicitarias que siguen el patrón clásico del intervencionismo.

Gracias a ese modo de trabajar, el líder populista desquicia la economía, manipula las elecciones y acorta las libertades, un plan perfecto para que el MAS pueda debilitar a los órganos periodísticos independientes con el fin de perpetuarse en el poder, utilizando como factor de lucha el odio para dividir a la sociedad.

Conforme se aprecia, la postura del partido de los cocaleros es una violación a la Constitución Política del Estado ya que el derecho a la comunicación y el derecho a la información son conculcados cada día, a fin de no dar lugar a quienes están luchando por recuperar la democracia.

Felizmente el pueblo entiende y se da cuenta de que la actitud oficialista contra la prensa es para avanzar proyectos tiránicos que en el fondo significan destruir el concepto de patria, condenando a los bolivianos a vivir en medio de mayor miseria material.

Es de esperar que esa pretendida ambición de tendencia totalitaria sea negada mediante el voto popular en las urnas, y así acabar con mandatarios, senadores y diputados que a costa del erario nacional tienen una vida de comodidad capitalista sin ningún límite al igual que un millonario que desde el estrado palaciego y camaral, engañosamente, dice "llevar una vida austera de buen revolucionario" (SIC).