Medio: Opinión
Fecha de la publicación: viernes 16 de febrero de 2018
Categoría: Representación Política
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El ciclo electoral que puede cambiar el mapa político de América Latina
Entre octubre de 2017 y fines de 2019, catorce países
latinoamericanos habrán pasado por las urnas. El resultado de estas
elecciones no solo tendrá consecuencias para la gobernabilidad de cada
uno de ellos, sino también redefinirá el perfil político de toda la
región.
Simultáneamente se observa que la América Latina de hoy
ya no es igual a la de ayer. Se ha debilitado la incidencia de las
unanimidades de años anteriores, consecuencia de los proyectos
hegemónicos de inspiración bolivariana, solo posible en tiempos de
(Hugo) Chávez y de la máxima expansión de la ALBA, Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América, lo que también influye en la
dinámica electoral.
Una constante presente en la totalidad de las
elecciones es la incertidumbre. Como señaló Immanuel Kant: "la
inteligencia del individuo (se mide) por la cantidad de incertidumbres
que es capaz de soportar". De ahí que ante el elevado número de citas
electorales pendientes, 12 en los próximos 24 meses, los
latinoamericanos deberán gestionarla en grandes dosis.
A fines de
2017 se votó en Chile y Honduras y a comienzos de febrero tuvo lugar la
primera vuelta en Costa Rica. En contra de lo que inicialmente se
pensaba, en estos tres casos se dieron situaciones inesperadas.
En
2018 habrá elecciones presidenciales en Costa Rica (pendiente la
segunda vuelta), Paraguay, Colombia, México, Brasil y, eventualmente,
Venezuela. Incluso cambiará el presidente del Consejo de Estado y del
Consejo de Ministros en Cuba. Según anunció Raúl Castro, en abril dejará
su cargo al vicepresidente Miguel Díaz-Canel.
En 2019 El Salvador, Panamá, Guatemala, Uruguay, Argentina y Bolivia
pasarán por las urnas. La lejanía de muchos de estos procesos añade
nuevas indefiniciones que deben ser consideradas, comenzando por la
identidad de los vencedores, pero también por el nombre de los
candidatos.
Habrá igualmente otras cuestiones decisivas para el
desenlace electoral. La posibilidad de que los presidentes puedan ser
reelectos o que se produzca algún tipo de alternancia; la existencia o
no de segunda vuelta; la cohabitación de presidentes débiles y
parlamentos fragmentados; la persistencia de gobiernos populistas, bien
sean bolivarianos o escorados más a la derecha; o el peso de las
iglesias evangélicas y de las agendas valóricas. A todo esto se agregar
el hecho de que no siempre contamos con encuestas que reflejen de forma
aproximada las preferencias políticas de los ciudadanos.
Países
como Colombia, Brasil, México y Argentina, las cuatro mayores economías
de la región, elegirán presidente en los próximos dos años. La
participación de Lula en las elecciones brasileñas y un eventual triunfo
de Andrés Manuel López Obrador en México son dos de las incógnitas a
despejar.
Otra es la continuidad, por un cuarto mandato consecutivo, del presidente de Bolivia, Evo Morales, pese a que de momento ya sabemos que Rafael Correa
no podrá aspirar a una nueva reelección. Por eso, si se quiere insistir
en la idea de un cambio de ciclo político habrá que conocer previamente
los resultados, entre otros, de Uruguay y El Salvador, gobernados por
distintas opciones de izquierda.
Tomado de la agencia EFE