Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: lunes 15 de abril de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Las RRSS, a juzgar por su influencia en últimas elecciones del país y el exterior, han resultado una suerte de lugar donde confluyen miríadas de rebeldes con y sin causa. A algunos de ellos, la democratización de la palabra y el anonimato les ha venido muy bien para desplegar un repertorio político nada extraordinario, pero efectivo.
Los estrategas del marketing político no en vano se han volcado decididamente a la órbita de Internet para procurar el voto de estos seres animados —sobre todo— por los ojos y los dedos; seres a los que tecnológicamente se identifica no como personas sino como “usuarios”. Raros especímenes que, a decir de Mayorga, andan a la pesca del error del candidato para marcarlo, con mayor o menor creatividad, vía meme y otras invenciones.
En el nuevo ecosistema de formatos que utilizamos para comunicarnos, el meme ha adquirido un peso que nadie hubiera imaginado hace tan solo diez años. Se ve favorecido por, de nuevo, el anonimato, y también por su viralización en plataformas archipopulares como WhatsApp o Facebook, siendo estas el receptáculo de usuarios que en sus ratos libres fungen —fungimos, funjo— como personas. Exagero, por supuesto. Las personas ahora somos internautas (casi) a tiempo completo. No somos mejores que cuando no éramos internautas: nos ocupamos más de la cuenta de nuestras cuentas en Internet y descuidamos al resto, pero ahí vamos.
Mayorga me dijo que durante las campañas del 21F por el Sí y por el No, en las RRSS hubo un claro predominio de la oposición boliviana, y que por eso el oficialismo concluyó que debía preparar un ejército de “guerreros digitales”. Algo que —coincidimos— luego cambió con Manuel Canelas, más pacífico que sus antecesoras.
Aunque Mayorga matiza indicando que no existe polarización en el país y que, por lo tanto, no hay “mucho material para que las RRSS estallen con posiciones radicales”, apunta que las voces críticas a la autoridad o al poder tienen mayor receptividad en el espacio virtual. Ante esto, una respuesta contraria no surte el mismo efecto. “Por eso —concluye él— todos los gobiernos en las redes se sienten inseguros (…) Por eso creo que no hay facilidades para que los militantes del MAS puedan hacer una campaña exitosa en las redes”.
Esto representa un problema grande porque, como Mayorga me dijo, “nadie obtiene mayoría absoluta si no tiene el apoyo del votante medio”, y yo pienso que el votante medio últimamente adopta decisiones bajo la influencia de unas RRSS que se desparraman en hogares y oficinas como bombas de racimo. Nunca estuvo lejos el MAS cuando hablaba de guerra: hoy en día, las grandes batallas electorales se libran en las redes; el escenario de la campaña ya no es, solamente, el clásico territorio urbano o rural que se camina y se suda con beso y abrazo y sonrisita. Ahora, se extiende a un ámbito de interacción no presencial, todavía inasible y por eso cuesta manejarlo al inveterado modo de los comunicadores políticos.
El quid parece estar en descifrar las claves de la comunicación de ese nuevo-mundo habitado por los que vierten su mirada a las pantallas antes que a los ojos de personas físicas (antigualla que nuestros antepasados solían llamar “cara-a-cara”) y en considerar que si bien no se puede afirmar que toda la clase media cae “enredada” en la Internet, sí está claro que una poderosa mayoría. Y entonces cabe una pregunta: ¿El que pierde en las redes, pierde en las elecciones?