Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 14 de abril de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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El candidato respondió que mal haría en actuar de esa manera, pues deberían ser los cochabambinos lo que pergeñen una estrategia de desarrollo de la región, y que lo que él ofrecía, de llegar a la Presidencia, era dar y crear todas las condiciones posibles para que esa propuesta regional pueda hacerse realidad. Moros y cristianos (en este caso, personas cercanas a algunas candidaturas legítimas) parecieron entre satisfechos y asombrados con la respuesta (aunque no faltó el centralista demodé) y de inmediato surgió el desafío: ¿qué hacer?
De acuerdo a algunos trascendidos los equipos regionales de las candidaturas están trabajando sobre el tema, y se recuerda que alguna vez la Gobernación elaboró una estrategia de desarrollo que desde hace años pareciera que está archivada porque las decisiones sobre la región las toma el Presidente del Estado a su libre albedrío, como ha sucedido, por ejemplo, con el tren metropolitano o su deseo, por el momento postergado, de construir un estadio monumental o la electoral creación de un sistema de salud afectando las atribuciones de la Gobernación.
A su vez, las organizaciones empresariales han presentado en algunas oportunidades visiones de lo que debería ser Cochabamba, pero no han podido responder con realismo y visión de futuro algunos desafíos que incluso desde el gobierno central les plantearon. Y no hay que olvidarse, por ejemplo, de la UMSS (y probablemente otras casas superiores de estudios) que desarrollan actividades de conocimiento de la realidad y tienen un bagaje de proyectos y necesidades que pueden servir de importante insumo para el debate y el diseño de propuestas.
En todo caso, por el momento el único acuerdo que tenemos es que necesitamos ponernos de acuerdo sobre qué queremos en Cochabamba, tomando en cuenta que en muchas oportunidades esta región fue un espacio de articulación nacional y que dada su situación geopolítica ha sido tratada por los vecinos departamentales, como el país por los vecinos internacionales.
Esta necesidad de crear una visión compartida se hace más necesaria aún cuando vemos y sufrimos en la vida cotidiana el desgobierno en el que nos encontramos, como muestran las denuncias sobre las irregularidades y delitos que se cometen en la mayoría de los municipios a partir de un descarado y, al mismo tiempo, casi legitimado tráfico de influencias, el crecimiento imparable de la población, la ocupación arbitraria de espacios públicos, el empoderamiento de la informalidad, la incapacidad de establecer canales de intercomunicación , la precaria intercomunicación entre los diferentes niveles estatales por causas sectarias, al margen de falencias inadmisibles en los sistemas de educación, cultura, salud, seguridad, etc.
Con esos datos, parecería que el reconocimiento del problema y la voluntad de enfrentarlo no faltan. Sí hay ausencia de un liderazgo regional que pueda convocar a los diferentes sectores, que tenga la capacidad de impulsar el diálogo teniendo como objetivo encontrar ejes comunes capaces de articular las visiones corporativas en aras de una de consenso. Además, pueda evitar que las ambiciones sectoriales y personales, así sean legítimas, se impongan a las del conjunto. Por último, que lo que se acuerde incluya mecanismos de ejecución, evaluación y control.
Dada la saturación que tenemos en el campo político-electoral, el desvarío prorroguista del gobierno y la ausencia de organizaciones políticas que puedan encarar este tipo de labor, tal vez Cochabamba podría encontrar en estas circunstancias un espacio de debate regional cuyo producto, finalmente, pueda ser útil al margen de posiciones ideológico-partidarias.
Por lo menos, habría que hacer el intento.