Medio: El Diario
Fecha de la publicación: lunes 08 de abril de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Las divisiones internas y la vigencia de liderazgos insustituibles impiden construir una alternativa política de país que exige, en primer término, desprendimientos nobles que allanen el camino para una nueva opción política representativa unitaria, alejada de proyectos individualistas de ególatras trasnochados y grupos corporativos -facciones y camarillas sin visión de política y Estado-, que sólo buscan asegurar la continuidad de privilegios y ventajas prebendales que ofrece las esferas del poder político nacional -clientelismo y negociación de cargos-, aun a costa de ir desprendiéndose de sus referentes ideológico-programáticos que, en cierta medida, otorgan identidad y renovación de nexos de articulación directa entre la sociedad civil y el Estado.
El debilitamiento de su capital político y el descrédito ante la sociedad civil se explica desde dos vertientes. La primera refiere al fracaso de los procesos de democratización interna que solo significó la ratificación caudillista de sus líderes y no así la renovación y promoción de nuevos cuadros y, la segunda, refleja la incapacidad de constituirse en gestores de políticas públicas y articuladores de integración nacional. De ahí que estamos ante una oposición política fragmentada e incapaz de afrontar el embate del oficialismo; insufrible e intrascendente a la hora de extremar recursos no necesariamente económicos, sino principalmente político-constitucionales.
A ello se agrega el surtido de fuerzas políticas, plataformas y agrupaciones ciudadanas que hasta el momento suman alrededor de 25 siglas -8 con personería y 17 en trámite- que asemejan una verdadera torre de babel, con posicionamientos mesiánicos de proyectos utópicos y en algunos casos artificiales; con candidatos que representan a facciones de una casta decadente que hicieron de la política su medio de vida; los nominados por grupos corporativos empresariales y las logias del oriente cruceño que apadrinan una candidatura que simplemente jugará el papel funcional de dispersar el caudal de votación de un otro candidato con mayores probabilidades de hacerle frente al MAS; pues no tiene capacidad de articulación, presencia nacional y menos opción en las encuestas de intención de voto. También está el partido del disidente gobernador de La Paz que antes de su salida del masismo, pedía perdón fabricando adobes; la presencia de antiguos inquilinos del otrora palacio quemado, que hoy salen al ruedo electoral y junto al ilegítimo habilitado Evo Morales, aspiran a ocupar la silla presidencial. No deja de extrañar la ausencia del empresario paceño de UN en estas justas electorales.
Lo cierto es que la crisis de la oposición política evidencia conflictos internos permanentes; vigencia de eternos caudillos que, en muchos casos, no gozan de la confianza y aceptación social; la falta de voluntades y desprendimientos que superen los egoísmos y vanidades de los insustituibles, a pesar de sus escasas probabilidades; los niveles de degradación y desprestigio guiados por meros intereses electoralistas que, tristemente, están por encima de un proyecto político nacional alternativo, con capacidad de interpelar el accionar de un oficialismo que en estos trece años de gobierno ha corroído y amordazado perniciosamente la institucionalidad democrática y el estado de derecho.