Medio: El Potosí
Fecha de la publicación: domingo 07 de abril de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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El presidente del Concejo Municipal de Sinahota, Raúl Cruz Veizaga, dijo textual y públicamente que el jefe de Estado debería permanecer en el cargo “hasta donde Dios quiera” y, así, publicitó una de las mayores estrategias del Movimiento al Socialismo (MAS): la perpetuidad en el poder a través de su líder.
Y es que esa pretensión no es un secreto. En los primeros meses del gobierno de Morales, en 2006, fueron varios los políticos de su entorno quienes anunciaron que Evo estaba llegando al poder para quedarse pero pocos los tomaron en serio. Ahora que pasaron 13 años, y el MAS desarrolla una estrategia orientada a una nueva reelección del presidente, y vicepresidente, habrá que admitir que la prensa fue miope al no considerar seriamente esos anuncios.
No obstante, con todo lo visto en estos 13 años, y lo que vemos ahora, es momento de hablar al respecto.
Lo primero que queda claro es que el primer y último objetivo del MAS es que Evo permanezca en el poder el mayor tiempo posible. Su anuncio de que esta será la última elección a la que se presente no puede ser tomado en serio si se recuerda que hizo promesas similares en el pasado. Su acompañante de fórmula, Álvaro García, tiene menos credibilidad todavía porque anunció públicamente que no buscaría la reelección pero ahora lo está haciendo.
La intención de Evo de ser reelegido nuevamente pasa por participar en las elecciones presidenciales de octubre. El artículo 168 de la Constitución Política del Estado se lo prohíbe pero el MAS ha desarrollado —y lo sigue haciendo— una estrategia para pasar por alto ese precepto constitucional. Para ello, ha torcido la ley mediante resoluciones de magistrados veniales —que ahora están cobrando su paga por ese “trabajo”— y controla el Tribunal Supremo Electoral a través de vocales cuya misión es asegurar el triunfo del MAS en esos comicios. Las varias renuncias en esa institución son el mayor síntoma de que algo se cocina ahí adentro.
Superado el escollo legal, hay que convencer a la gente, al electorado. Y aunque el presidente estuvo haciendo campaña todo el tiempo, es preciso desarrollar, también, un discurso y ese gira en torno a un concepto o sentencia: Evo Morales es la única persona capaz de gobernar el país en las condiciones que actualmente son propagandizadas.
Se recurre, entonces, al mesianismo. Y para convencer que Evo y solo Evo puede gobernar el país, se lo compara con cualquier icono para la humanidad, incluido Jesucristo. No habrá que olvidar que fue García Linera que, en una de sus cuestionadas intervenciones públicas, dijo en 2013 que “el presidente Evo es como Cristo resucitado, es como el pueblo indígena que resucita”. Aparentemente, fue el inicio de una línea que ahora simplemente se aplica porque los masistas repiten el discurso levantando siempre a Dios. En la Semana Santa del año pasado, el gobernador de Cochabamba, Iván Canelas, dijo que Evo está siguiendo el camino de Jesús, pues trabaja por los necesitados, mientras que el de Chuquisaca, Esteban Urquizu, fue todavía más allá al declarar públicamente, el 31 de marzo recién pasado, que “nuestro presidente es otro enviado de Dios para el pueblo boliviano”.
Por lo tanto, se nota una instrumentalización de la devoción católica que subsiste en millones de bolivianos. Como para estos no hay nada encima de Dios, entonces se lo usa para convencernos que también él está de acuerdo con que el presidente se mantenga en el poder.
Pero no se debe olvidar un detalle: los masistas son teóricamente comunistas y, por tanto, ateos.