Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: sábado 06 de abril de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Los postulantes habilitados para las generales del 20 de octubre, que inventan nuevas formas para tratar de atrapar la preferencia del electorado, nos dieron la pauta para hacer un análisis de lo que se ha venido a entender como populismo.
Los partidos y alianzas con mayor trayectoria en el país tratan de acercarse al pueblo para hacerlo sentir partícipe de su proyecto. Es como si ahora una propuesta desde la tarima no bastara para convencer al electorado.
Hemos sido testigos de cómo un candidato presidencial como Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana, se deja ver cosechando papas en una comunidad en La Paz, se pone al día al “aprender” aymara, como exigen las normas, ensayó con creces salay en un par de actos de proclamación. Algunos dicen que se trata de un “marketing electoral” y no para acercarse a la población.
Óscar Ortiz, que viene del mundo empresarial, se va a un mercado de manera forzada, come lo que le dan y se reúne con gente de barrio. Lo mismo está pasando con Víctor Hugo Cárdenas, postulante de UCS, que para asegurar el voto cristiano usa sus noches para reunirse con diversos grupos, de los que recoge propuestas para alimentar su programa.
Jaime Paz Zamora, que con su planteamiento de federalización del país se va a ciudades como Quillacollo y Santa Cruz, quiere despertar a los viejos militantes del MIR, y mete a la fuerza el discurso del mar señalando que la demanda en La Haya fue usada como una estrategia electoral para las elecciones de octubre.
No nos extraña la conducta de estos neoliberales encubiertos en un aire de “populismo forzado”, pero sin desprenderse de sus poses claramente coloniales y racistas que difícilmente lo ocultarán porque basta el tono de su discurso y su lenguaje para darnos cuenta. Sus estrategas intentan por ahora acercarle a la gente, con pose en la foto incluida; incluso con el discurso de que Evo Morales hizo bien muchas cosas, las que no obstante, muestra que él las va a mejorar.
El manejo del término “populista”, en nuestro medio, es una mezcla entre el racismo colonial y el discurso de la modernidad neoliberal, su máximo exponente en América Latina es Mario Vargas Llosa, quien recibió una de las bofetadas más contundentes cuando trató de jugar a la política real.
Sus acólitos locales, de lejos menores en el análisis, se esmeran por perforar el actual potenciamiento teórico del Suma Qamaña; es entendible que no lo comprendan, se precisa una mente abierta y descolonizada para aproximarse a esta manera de concebir la relación entre el Estado-Sociedad-Naturaleza.
Esta forma de entender la política —el Suma Qamaña— atenta directamente al imperialismo, cuya economía siempre se ha basado en la rapiñería de las materias primas de los países del mundo; y cuando estos ofrecieron y ofrecen resistencia, la crueldad del uso de la violencia coercitiva se presenta en sus diferentes formas, a través de los tanques y los marines, las pantallas de televisión, los periódicos y revistas, los ocultamientos de productos de primera necesidad; en síntesis, bajo la forma de golpe de Estado duro, o golpe de Estado Suave.
Los aires “populistas” difícilmente podrán convencer a la población si no tienen como esencia la identidad de clase, porque no se trata de ponerse un poncho o un sombrero, o de hablar como ellos quieren que les hables, se trata de ‘ser’ el mismo pueblo en todas las manifestaciones que la vida les da.
Los candidatos promovidos por sus adláteres no saben de esas cosas, que hasta hace poco opinaban que era “cosa de indios”. Así, su futuro político está destinado al fracaso, pese a los insistentes relatos de los medios privados que les hacen alfombra roja o la de un despistado columnista de “izquierda” en Página Siete, que cada día revela su pluma hipotecada al neoliberalismo.