Medio: La Patria
Fecha de la publicación: miércoles 03 de abril de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Se rodeó el evento de condiciones inadecuadas para una reflexión serena y comprensiva. "El gobierno copó las audiencias públicas con dirigentes allegados, y politizó el evento a tal extremo de que no permitió ver sino de una forma parcial y distorsionada la realidad boliviana sobre derechos humanos", dijo la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia", Amparo Carvajal.
Pese a los inconvenientes que genera una muchedumbre, tanto el oficialismo como la oposición buscaron con afán el logro de sus propósitos. La cosa era no permitir que el rival logre sobreponerse, aunque el meter bulla no sirvió más que para crear una impresión pasajera. Es posible que la Comisión, al abandonar el país, haya volcado la página; lo que escuchó ni siquiera iba a considerarse como denuncia sino simplemente como información. Nicaragua aguardó siete años para obtener alguna respuesta. Teniendo como referencia ese tiempo, todas las dictaduras en el mundo pueden tranquilamente consolidarse.
Hubo versiones contradictorias, pero sería un grave error que la ciudadanía no sea capaz de ver la realidad. Aunque parezca absurdo, existiría en Bolivia dos tipos de democracia: la que ve el oficialismo con satisfacción y la que avizora la oposición desde su propia óptica. La oposición no sólo es la militancia afiliada a algún partido; es también aquella que desde la calle o de cualquier otra parte observa las andanzas de los políticos. Y es esta masa; es decir, el electorado, el que determina el resultado en las urnas. No discursea, no grita, pero expresa en el voto su decisión.
Los socialistas, tan eufóricos y belicosos como están ahora, hablan de una tal "democracia perfecta". Y ojalá que no fuera tan "perfecta", para que las libertades no sean restringidas, para que no se desconozcan las normas legales, para que no actúen con excesiva crudeza las fuerzas represivas, para que no haya el monopolio de los poderes del Estado, para que, en fin, no se pretenda hacer creer que Bolivia está viviendo un momento de democracia plena.
Y luego, que por ética no se atienda algo, es explicable; pero ya no lo es cuando una institución guarda silencio ante una calumnia flagrante. La maniobra de repostularse de nuevo como candidato, por cuarta vez consecutiva, se basa en la suposición de que la CIDH reconoce como derecho humano el ejercicio del mando presidencial por tiempo indefinido, aunque en ninguna parte se lea la palabra "indefinida". Y está claro que sólo los dictadores tienen la ambición de perennizarse en el poder. Por lo que era pues necesario desmentir, incluso expresar con indignación una protesta por la falsedad que se le atribuye. El silencio ante una eventualidad como ésa es peligroso; se puede entender como si la mordaza significara otorgar lo que se calla.