Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 01 de abril de 2019
Categoría: Consulta previa
Subcategoría: Consultas en materia hidrocarburífera
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“Lo que llama la atención, (es que) no es la primera vez que nosotros hacemos un proyecto en un área protegida, pero es la primera vez que empiezan a escucharse gritos de preocupación, de desesperación”, señaló en entrevista con Cadena A el viceministro de Planificación y Desarrollo Hidrocarburífero de Bolivia, Carlos Quispe.
El argumento en sí es insólito, pues pretende algo así como negar que una mujer violada por octava vez pueda denunciar si no lo hizo las siete anteriores; pero además viene a confesar la escasa motivación ambientalista que el régimen de Evo Morales aseguraba tener hasta hace muy poco. ¿Será posible que el argumento para ingresar a operar en un área del valor ecológico de Tariquía sea que ya se ha hecho en otros lados?
Seguramente al Gobierno le gustaría una posición más dócil, como aquella que ha permitido arrasar la serranía del Aguaragüe dejando tan poco en el Chaco, que con una cocina y una garrafa se contentaran todos
Las palabras del viceministro Quispe vienen a incidir en el desprecio con el que desde el primer día se ha tratado a aquellos que han planteado sus dudas en un proyecto que es resultado de la desesperación, producida a su vez por la nefasta gestión del sector desde que se apartó a Andrés Soliz Rada y se borraron las motivaciones del Decreto de Nacionalización, subordinándolas a una sola: plata rápida para hacer obras en todo el país.
Quispe se refiere particularmente a los tarijeños, a los de dentro de la Reserva Nacional, pero sobre todo a los de fuera. Seguramente a Quispe le gustaría una posición más dócil, como aquella que ha permitido arrasar la serranía del Aguaragüe dejando tan poco en el Chaco, o aquella que está cambiando las lógicas en el valle de Margarita, donde las comunidades de su entorno siguen viviendo muy por debajo de los indicadores de pobreza.
Quispe, y otros, querrían que con una garrafa y una cocina, los comunarios del cantón de Chiquiacá cerraran la boca y aplaudieran un proyecto que nadie les explica en su totalidad. Lo de Petrobras no va de dos pocitos en Chiquiacá norte que afectarán 20 hectáreas, va de una perforación en bloque con al menos 20 pozos proyectados y que eliminará la protección del área (decreto 2366) en el caso de encontrarse hidrocarburo: la consecuencia inmediata es la titulación de tierras y con ello, la colonización.
El Gobierno de Evo Morales atraviesa un momento crucial, y la resistencia en Tariquía amenaza con convertirse en un conflicto de primera magnitud y no una mera piedrita en la ojota, como el Ministerio de Hidrocarburos se ha empeñado en presentar. Ni la argumentación para limitar la consulta previa a una sola comunidad ni el procedimiento con el que se ha realizado, sin asistencia del poder electoral, señalado como árbitro necesario en estos casos, tienen sustento necesario, por lo que arrojan más dudas y evidencia más las pocas capacidades de quienes gestionan un rubro tan delicado.
Esto no va de que hace 40 años se perforaran cinco pozos en la Reserva, cuando no era Reserva. Esto va de que el modelo ya no se aguanta, y de que mientras hay resistencia, hay esperanza.