Medio: El Deber
Fecha de la publicación: jueves 28 de marzo de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia comunitaria
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Sostenemos que la verdadera marca del actual gobierno, lo que lo caracteriza, es su inspiración inconsciente en el desarrollismo nacionalista de los años cincuenta de América Latina. Veamos por qué.
El desarrollismo estuvo obsesionado por el crecimiento económico, por eso idolatraban el PIB, la industrialización y todo tipo de inversión que mostrara movimiento económico, tal como lo vemos con el MAS.
El desarrollismo en realidad no se interesaba en la mejora de las condiciones de la vida cotidiana de la gente, por eso no se destaca en programas de salud, educación, seguridad y cultura, como lo hace en cambio la revolución cubana, sobre todo en sus primeros años. Nuestro gobierno neodesarrollista recién se acuerda del ciudadano de a pie seis meses antes de las elecciones.
Al desarrollismo tampoco le interesaron el problema indígena y del medioambiente, temas que sacrificaba para avanzar mas rápidamente en los indicadores macroeconómicos y en la industrialización forzada, basada en la industrialización de la materia prima. Curiosamente, el MAS se presentó electoralmente con las banderas indígena ambientales, porque estaban de moda pero los hechos han mostrado que, como a los desarrollistas, en realidad no les interesa ni el medioambiente, ni los verdaderos temas de las comunidades indígenas ni las condiciones de salud o seguridad de la gente. Sobran ejemplos para demostrar lo que se dice.
El desarrollismo vivía del fetiche de la modernidad y la tecnología, aunque esta no fuera adecuada al contexto. Nuestro gobierno padece del mismo síntoma: en un mundo de grandes necesidades cotidianas, privilegia inversiones tecnológicas irracionales y no prioritarias que los deslumbran, como los satélites, las centrales atómicas, las grandes plantas petroquímicas, los aviones y los palacios.
El desarrollismo era básicamente extractivista y concebía al Estado como el productor de materias primas para vender, o en el mejor de los casos procesándolas, obviamente con la ayuda de trasnacionales, y con esos ingresos atender las necesidades del país. No creía en la potencialidad de los ciudadanos como transformadores y creadores de riqueza, tal como sucede hoy con nuestro gobierno masista.
Por último, los desarrollistas tenían un enfoque marcadamente economicista, es decir el éxito para ellos era el poseer recursos para invertir y mover la economía, sin tener una visión de largo plazo que muestre si el camino que se está siguiendo es el correcto y si se están logrando los objetivos planteados. Los informes anuales del presidente, llenos solo de cifras son evidentes para ilustrar este caso.
Nuestro gobierno desarrollista hoy está en profunda contradicción con los indígenas, es un reconocido destructor del medioambiente, pues no respeta Tierras Comunitarias de Origen (TCO), parques nacionales ni áreas protegidas, no le interesa en realidad el bienestar de los sectores más desheredados, a los cuales más bien ha reprimido con una inexplicable saña y se ha embarcado en proyectos industriales de transformación de materia prima que no tienen ninguna viabilidad económica, solo porque forman parte del mito de la ‘industrialización’ a cargo del Estado. Eso no es solo desarrollismo, hoy vemos hasta atisbos de neoliberalismo, pero eso lo comentaremos en otra oportunidad.