Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 03 de febrero de 2019
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Democracia paritaria
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Mery Vaca / La Paz
Luce una blusa rosada con una discreta transparencia en la parte superior del cuerpo. Ese detalle permite apreciar la hoz, el martillo y la rosa roja que Adriana Salvatierra tiene tatuados en la espalda. El tatuaje cubre al menos la mitad de la espalda y, con seguridad, envuelve su vida misma porque desde la cuna escuchó hablar de comunismo, de izquierdistas, de exiliados y de dictaduras.
A sus 29 años y después de una carrera política meteórica habla con convicción de la “revolución democrática y cultural” que dirige Evo Morales y de la que ella es la tercera al mando.
Adriana Salvatierra ni siquiera tenía edad de votar cuando Evo Morales ganó las elecciones aquel diciembre de 2005. 13 años después ella dirige la Cámara de Senadores y, por sucesión, podría asumir la Presidencia del país si Evo Morales y Álvaro García Linera viajaran o si renunciaran al cargo (cumple 30 años el 3 de junio, requisito para asumir la Presidencia en Bolivia). Por eso, tiene ante sí el reto de demostrar que ser joven y ser mujer no es un impedimento para ejercer esa alta función.
Consciente de esa exigencia, se sacrifica, trasnocha, madruga... El día en que Página Siete la entrevistó dijo que estuvo reunida con el Presidente desde las cinco de la mañana y el día anterior se había quedado trabajando hasta las 12 de la noche.
Eso no le impide disfrutar de la juventud como cualquier otra persona. Dice que tiene cortejo y alguna vez en su Twitter dejó escapar el siguiente mensaje: “Llevaba dos días molesta con mi compañero. Pero hoy abriré la bolsita de chocolates que me dejó en la mesa”.
El pelo amarrado en una cola, los brackets en los dientes y los jeans que usualmente viste imprimen un aire juvenil en las vetustas oficinas del Senado. Maneja personalmente sus redes sociales y, por tanto, no se entiende con el celular “monofónico” que usaba Gringo Gonzales a manera de ahorro.
A sus 25 años, Adriana Salvatierra se convirtió en senadora suplente de Carlos Romero, por Santa Cruz. Cinco meses después de llegar al Legislativo, Romero renunció a su curul para ser ministro y dejó el camino libre para que la joven Adriana Salvatierra construyera su liderazgo.
Pero, la política corre por sus venas desde antes de nacer. Su padre, Hugo Salvatierra, un exiliado de las dictaduras bolivianas, vivió en Chile en la época de Salvador Allende. Allá conoció a la chilena Luisa Herminia Arriaza, con quien tuvo una hija, que luego se convertiría en médica.
Una vez perpetrado el golpe de Augusto Pinochet contra Allende, Salvatierra, como muchos otros latinoamericanos, tuvo que salir huyendo de Chile rumbo a Europa.
Unos 13 años después, Hugo Salvatierra volvió a encontrarse con Luisa Herminia, quien para entonces había decidido establecerse en Bolivia. La pareja tuvo entonces una segunda hija, que fue llamada Adriana.
Si bien la pareja volvió a separarse cuando Adriana tenía seis años, eso no impidió que la pequeña acompañara a su padre a reuniones sindicales, mítines políticos, campañas electorales y, terminara, así, convertida en una militante del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Cuando se le pregunta cómo fue su incursión en la política o su llegada al MAS, ella repite que “fue normal” o que “fue natural”.
Su padre fue candidato a alcalde, candidato a prefecto y, una vez que el MAS llegó al poder, fue ministro de Desarrollo Rural de Evo Morales. Después de esa gestión fue acusado de haber cometido irregularidades en la dotación de 276 tractores que no llegaron a los beneficiarios. Por ese hecho, cursa en la Asamblea Legislativa un pedido de juicio de responsabilidades en su contra. Sólo los hechos dirán cómo encara su hija Adriana el caso que involucra a su padre. Algunos opositores creen que ella está en el Senado para proteger a su padre, pero está claro que Adriana Salvatierra es mucho más que la extensión del exministro de Desarrollo Rural y que construyó su propio liderazgo en el MAS.
Y lo hizo a partir del año 2008, cuando en plena pelea política por el control del poder, ella empezó a militar en Columna Sur, una organización juvenil urbana creada en Santa Cruz y que es parte del MAS. Cuando juró a la presidencia del Senado lo hizo con la etiqueta roja de Columna Sur en el brazo.
Por parte de su madre, Adriana también tuvo influencia política porque Luisa Herminia fue muy cercana en las juventudes comunistas de Chile. Cuenta que provenía del área rural, que allá no pudo estudiar, que se sostenía siendo obrera y que ahora es una mujer muy agradecida con Bolivia porque pudo realizar a su familia en este país.
Aquí, la madre de Adriana estudió psiquiatría y ahora trabaja en una clínica privada de santa Cruz, su hermana estudió medicina, mientras que ella se convirtió en politóloga en la Universidad Gabriel René Moreno de Santa Cruz.
¿Qué es lo más gratificante de hacer política? La pregunta desencadena una serie de recuerdos que la llevan hasta su abuela paterna, quien quedó huérfana luego de perder a su padre en la Guerra del Chaco y de perder a su madre con la peste negra.
Cuenta que su abuela fue criada con una mujer que, pese a ser maestra, no le enseñó a leer ni a escribir y que la convirtió en esclava de una hacienda.
Salvatierra dice que si hace 60 o 70 años hubiera existido un gobierno como el de Evo Morales otra hubiera sido la historia de su abuela.
Destaca que San Ignacio ahora está conectado con buenas carreteras, que todos tienen acceso a la educación y que las relaciones humanas son más horizontales. Eso, dice ella, es lo gratificante de hacer política.
Y lo más duro, según dice, es la exposición pública. “Mucha gente piensa que esto es fama y en realidad es exposición”, y peor aún, “con esto, de que sos mujer y sos joven, se presupone que no llegaste éticamente al lugar, que tuviste un golpe de suerte”.
Salvatierra sabe de lo que habla. Su nombramiento ha desatado una ola de respaldo, pero también de críticas y ataques. Los insultos por su condición de mujer y joven han circulado por las redes sociales sin siquiera darle la oportunidad de ejercer.
Ella se declara feminista y eso, en tiempos en los que el conservadurismo goza de buena salud, puede ser un punto en contra pese a que se abraza a una causa justa.
Salvatierra es del MAS, de las militantes “campañeras”, de las convencidas hasta la médula, de las que arenga con un “patria o muerte”. Nadie puede pretender que, por el hecho de ser joven y mujer, quiera cambiar el curso de las acontecimientos, quiera rechazar la candidatura de Evo o quiera romper con la estructura de su partido. Eso no. Ella representa una nueva generación de políticos, pero dentro del MAS, con las reglas del MAS y al estilo del MAS.