Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 22 de marzo de 2019
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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El oficialismo asegura que adelantar las elecciones una semana no beneficia a nadie más que a los votantes. Si así fuera, se trataría solo de aquellos inmigrantes bolivianos que emitirán su voto en Argentina, donde los comicios generales también habían sido fijados para el 27 de octubre.
En ese caso, la solución hubiera sido más que sencilla. Tendrían que haber pospuesto la votación en el extranjero para la primera semana de noviembre y dejar intacto el calendario electoral en nuestro territorio. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) se inclinó por la salida más complicada, por la más polémica y sobre todo, por la que más complica la transparencia del proceso que está en curso, en el que desde ya se está jugando con la “cancha inclinada” a favor del régimen, cuyos candidatos representan la ilegalidad.
Con el movimiento realizado por el TSE ya no solo hay certeza de la sumisión del “cuarto poder del Estado” en relación a los designios del partido en funciones, sino que parece estar dispuesto a satisfacer todos los caprichos y ocurrencias que van desdibujando el rumbo de nuestra democracia, que marcha herida de muerte al haberse derrumbado uno de los pilares más importantes del estado de derecho, constituido por la voluntad soberana del pueblo, sin el cual, nuestro país podría sumirse en una dictadura sin la menor restricción en el uso y abuso del poder.
Esta movida no parece haber sido motivada solo por cuestiones técnicas o por intereses exclusivos del régimen nacional, sino también por cálculos que buscan revitalizar el populismo en la región. Como se sabe, la expresidente argentina Cristina Fernández está en carrera para convertirse nuevamente en candidata del peronismo, pese a los numerosos procesos judiciales por hechos de corrupción que carga en su contra y que podrían enviarla a la cárcel. Existen fuerzas locales e internacionales (nuestro caso) que están buscando la forma de mantener vivo el Socialismo del Siglo XXI y nada mejor que un empujoncito desde Bolivia, donde el “proceso de cambio” espera obtener un triunfo electoral en octubre que le pueda servir al kirchnerismo para subirse a la ola.
Con la inminente caída del usurpador venezolano Nicolás Maduro, al régimen boliviano le vendría muy mal quedarse completamente solo, como el único exponente del bloque fundado por Hugo Chávez y que en su momento fue dominante del espectro político latinoamericano. Por eso es que el adelantamiento es crucial y en todo caso es la demostración más fehaciente de que el Gobierno está en condiciones de imponer cualquier deseo, lo que nos deja a los bolivianos en absoluta indefensión y ante la amenaza de las elecciones más fraudulentas y menos transparentes que se hayan producido en el país.
El adelantamiento de las elecciones es la demostración más fehaciente de que el Gobierno está en condiciones de imponer cualquier deseo, lo que nos deja a los bolivianos en absoluta indefensión y ante la amenaza de las elecciones más fraudulentas y menos transparentes que se hayan producido en el país.