Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 21 de marzo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La difusión que tuvo el artículo y sobre todo el tono crítico, y respetuoso con el que se escribió hacen que yo deba y quiera responder, con el mismo tono de circunspección y criticismo, a las aseveraciones vertidas en aquel escrito.
De entrada, Saravia apunta algo que es cierto desde el punto de vista de las acciones sociológicas y políticas en el mundo: la búsqueda del mal menor por parte de las personas que se ven perdidas en una selva de posibilidades solamente malas. El razonamiento es acertado, pero no aplicable en nuestra realidad. Y es que Comunidad Ciudadana (CC) aún no ha presentado su programa de gobierno porque se encuentra en una etapa de formulación de ideas y, sobre todo, de recolección de demandas populares y ciudadanas que lleven a la conformación de un gobierno, no de mal menor, porque Bolivia no merece ninguna categoría de males, sino uno de excelencia.
Saravia dice muy bien una cosa, lo parafraseo: Bolivia no necesita solamente sacarse a Evo Morales de encima, necesita presentar un proyecto estatal que le permita vislumbrar una perspectiva para el mañana de sus ciudadanos. Pero lo cierto es que ya no es una necesidad sino algo más: un imperativo, y CC lo tuvo bien en cuenta desde que su candidato asumió el reto de entrar de lleno en la carrera política y electoral.
Saravia dice que Bolivia necesita un “diagnóstico”, pero en realidad ese diagnóstico ya está muy bien elaborado, y no por ningún político: está en la consciencia de las personas que soportan en sus espaldas y en carne propia la crisis que corroe todos los ámbitos públicos. Lo que sí se necesita es una terapéutica para paliar esa enfermedad.
Saravia sostiene que Mesa no debiera criticar a Morales por poner éste el poder antes que el proyecto, pero éste es un malentendido de palabras, porque Mesa no critica a Morales por anteponer el poder a su proyecto específico, sino por privilegiar el elemento del poder frente a un proyecto gubernamental en términos generales.
Ciertamente la política tiene varias fases y como dijo algún teórico tiene dos fases grandes y bien definidas: 1) la del proselitismo y la captación de votos, o en otras palabras, la de la campaña, y 2) la de la administración pública una vez que se está ya en el poder, que es en la que en verdad debe aplicarse el sentido auténtico y genuino de la palabra política.
Un buen político que sabe de la administración de la cosa pública, además de la seducción de masas y la captación de prosélitos en tiempos de campaña, debe saber también que un proyecto de país del siglo XXI no se reduce a las palabras igualdad, libertad y fraternidad; se necesita tecnocracia y especificidad.
Los políticos deben trabajar en planes de acción concretos relacionados, por ejemplo, con el recorte del gasto fiscal, con el Ejército, con las relaciones internacionales y la política exterior, con la desburocratización y con la salud, y la educación. Y no sólo deben trabajar en esos planes específicos y técnicos, sino que también deben presentarlos a la sociedad antes de aplicarlos.
Y en ese sentido, CC está trabajando intensamente en un plan de gobierno que está fundamentalmente orientado al saneamiento democrático y de derecho del país, y a la restitución de valores y de la moral pública, una moral que se ha perdido hace mucho tiempo, y que está afectando a nuestras generaciones jóvenes debido a que están creciendo sin consciencia ni valores democráticos porque viven y se desenvuelven en un ambiente sin libertades ciudadanas.
Creemos en el intelectualismo, en el practicismo y en la potencialidad que las clases populares tienen para la construcción de una sociedad y de un país. Cuando sea la hora, aplicaremos esa convicción -desde la palabra escrita, el discurso y fundamentalmente las acciones- para plantear un nuevo modelo de Estado.