Ahora existe –dicen- la atención  para todos y en todas partes, sin más requisito  que el estar enfermo,   aunque sea del alma, que es de lo que también enferma la gente.  Pero  este es el peor momento para hacer cualquier cosa por la salud. “En vano se oculta Platero tras la puerta, pues se le ven las orejas”. O lo que es lo mismo: por más que se diga, la salud figura hoy en el cuadro proselitista del gobierno. Lo que no se hizo en más de una década, ahora se quiere hacer en meses, sin la credibilidad ni la confianza; atributos necesarios para cualquier gestión gubernamental.

Sin embargo,  el empecinado capricho por permanecer  en el cargo había tenido un efecto parecido al del hambre; de ella se dice que aguza el ingenio. Es decir, vuelve inteligentes a los que  de suyo no lo son. Algo así, de pronto el gobierno descubrió que  la salud es cosa seria,  y, por tanto, debe estar en el cuadro de las previsiones electorales. Pese a que estamos en  tiempo de las vacas flacas, siempre habrá  platita para eso. El  maestro Maquiavelo tiene razón: los fines justifican los medios.

Tampoco hay mejor trato  para los médicos;  no hay   incentivos para su participación en tareas de organización institucional. Por el contrario, parece que se buscara masificarlos; hasta se utiliza con desaprensiva audacia  una organización paralela apócrifa.  Su autoestima  está por los suelos; eso los tiene sublevados.  Y con una fanática masista  de por medio, peor todavía. “Otro Evo, ni en ciento cincuenta años). De la educación preventiva,  ni una palabra. Está bien saber dónde acudir cuando algo le duele, pero mejor si no le duele; mejor si no se enferma.

El otro día alguien dijo que la corrupción es una de las enfermedades catastróficas que soporta duramente el país, y por lo que se parecen, la mentira y la demagogia deben ser, si no  hermanas, parientes.

En la misma ocasión  se dijo también que “a pedido de los alcaldes, ahora va a haber una sola rectoría, una sola dirección que estará a cargo del  Ministerio de Salud”.  Esa es una prueba fehaciente de lo que se sospechaba: la  autonomía y la descentralización   son solo una broma  o una quimera.

“La decisión implicará –se dice en otra parte- que la dirección de la salud en el país depende solo del Ejecutivo y no de las alcaldías o gobernaciones... Pronto saldrá  un “decreto supremo para la compra directa de medicamentos”. ¿Compra directa? ¿Se ha olvidado acaso que esa  es la puerta ancha  por donde ingresa   la  corrupción?  Es curioso: se predica la lucha contra ese mal,  luego se crean las condiciones  para que ocurra!