Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 18 de marzo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La irrupción, y posterior éxito electoral, de Jair Bolsonaro en el campo político brasileño supuso la emergencia de una corriente ideológica alineada a la extrema derecha. El contexto, caracterizado por el declive de las posturas progresistas en Brasil, abonó quizás las condiciones para que los fundamentalismos puedan poblar nuevamente la interpelación política brasileña.
Su animadversión hacia los indígenas, la población afrodescendiente y los derechos de las mujeres; su postura homofóbica; su racismo despreciable, particularmente contra los bolivianos a quienes nos tildó como “una escoria”; y su militancia antiabortista son algunas de las posturas más conservadoras y execrables de Bolsonaro. Pero aquí en Bolivia su elección, paradójicamente, generó alegría entre varios líderes e intelectuales opositores; quizás “porque proyectan sus traumas y anhelan una restauración en estos lares”, como dice Fernando Mayorga.
Uno de los más entusiastas con la victoria de Bolsonaro fue Víctor Hugo Cárdenas. En un tuit oficioso decía: “El pueblo brasileño dictaminó: ¡Bolsonaro Pdte! Mis respetos a su sabiduría, a su lucidez democrática, a su institucionalidad judicial (…). ¡Dios bendiga a Brasil y a su nuevo gobierno!”. Pero, el exvicepresidente boliviano no solo se quedó con este discurso, sino que además se esforzó por emular la visión conservadora con tintes fundamentalistas del Presidente brasileño.
¿Qué razones empujan al exmandatario a asumir esta posición de extrema derecha? Quizás piense que Bolivia es Brasil y, por lo tanto, la receta conservadora se podría transformar en un discurso altamente movilizador. No es casual que Cárdenas haya elegido como acompañante para su candidatura presidencial a un pastor de una iglesia cristiana. Una de las explicaciones de la victoria de Bolsonaro fue su alianza con los grupos evangélicos brasileños. Al respecto, Rita Segato dice que fue “la convergencia entre el resurgimiento del fundamentalismo cristiano y el conservadurismo político”.
Quizás Cárdenas pensó que la sociedad boliviana, al igual que la brasileña, se está derechizando y, en consecuencia, este tipo de discurso tendría un mayor efecto político. Hay en el caso boliviano algunos atisbos. Por ejemplo, determinados segmentos de la sociedad, especialmente aquellos que enarbolan la bandera del referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016 (21F), se están desplazando hacia el polo conservador, otorgando la razón a la Boaventura de Santos, quien asegura que hoy “vivimos en sociedades políticamente democráticas, pero socialmente fascistas”. Asimismo, hay algunos discursos religiosos, tanto evangélicos como católicos, con un excesivo conservadurismo, especialmente en temas específicos como la legalización del aborto o el matrimonio igualitario.
No obstante, Bolivia no es Brasil. En los últimos años se registraron avances en asignaturas relacionadas con el reconocimiento de varios derechos, especialmente de mujeres e indígenas, poniendo a Bolivia a la vanguardia del restablecimiento de los derechos humanos; lo que, entre otras cosas, pone en jaque a las posturas conservadoras. Entonces, la propuesta del exvicepresidente de permitir a las mujeres portar armas para defenderse es la expresión de un político extraviado. En su condición de intelectual indígena, Cárdenas debería denunciar el acorralamiento que están sufriendo los pueblos originarios por parte del Gobierno brasileño; empero, está obsesionado en parecerse cada día más a Bolsonaro.