- ERBOL - ¿Rumbo a la suspensión de las presidenciales?
- El País - Esos riesgos de la democracia
- El País - El candidato libertario y otras incógnitas del proceso electoral
- La Razón - Marcha evista llega a ciudad de El Alto y apunta a entregar un pliego petitorio al Gobierno
- El Deber - Perfilan la postulación de Arce y afines se reparten candidaturas para la ALP
- El Deber - Parlamentarios de Creemos se reunieron con Camacho con miras a fortalecer la unidad de la oposición
Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 17 de marzo de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
En este marco, un libro como Antes y después del referendo. Política y democracia en el Estado Plurinacional, de Fernando Mayorga, seguramente será bien acogido. Antes y después del referendo eleva el análisis político a un nivel profesional: en él el bagaje sociológico se combina con la observación periodística y el seguimiento de cada coyuntura es detallado y profundo.
Como indica el título, el arco temporal del libro va de las elecciones de 2014 a la aprobación por parte del Tribunal Constitucional de la reelección indefinida y las protestas a las que dio lugar en 2017-2018, como parte de un conflicto que Mayorga llama “disputa por la concepción de la democracia”.
El enfoque encuentra entonces su punto medio en el referendo constitucional del 21 de febrero de 2016, parte aguas del “proceso de cambio”, pues separa el tiempo de la hegemonía discursiva y política del periodo del debilitamiento de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS).
La obra también incluye, a manera de introducción, un perfil del liderazgo de Morales, y un colofón con una de las más idóneas explicaciones que haya leído de la democracia intercultural. Pero el núcleo del libro está compuesto por las intervenciones de Mayorga en torno a los eventos sucedidos en el periodo histórico ya establecido, es decir, nuestra inmediata contemporaneidad.
Cada intervención es independiente de las otras y entonces no extraña que una repita conceptos de la precedente ni que, en ciertos aspectos, algunas sean levemente contradictorias entre sí, ya que el énfasis de una coyuntura no necesariamente es el de otra.
Por ejemplo, poco después del referendo de 2016 sobre la reelección de Morales, Mayorga escribió que los resultados de este referendo (51% “no” y 49% “sí”) no expresaban una polarización social, es decir, un enfrentamiento clasista e ideológico (entendiendo “ideología” como “cosmovisión”), sino solamente una polarización discursiva. A causa de este punto polemizó conmigo (o, mejor, yo polemicé con él) en su momento.
En cambio, posteriormente Mayorga reconoció la existencia de una polarización social, entre dos proyectos ideológicos, a partir de la habilitación legal de Morales (2017), la aprobación de la Ley de Organizaciones Políticas y el inicio de la actual campaña electoral (2018).
Para nuestro autor esta polarización se da, como ya adelanté, en torno a la concepción de la democracia; entre quienes, por un lado, la conciben como justicia y por tanto no se oponen a subordinar la normativa y la institucionalidad democráticas a las necesidades de la revolución de las élites políticas, y quienes, por otro lado, conciben la democracia como libertad y hacen hincapié en el funcionamiento de los mecanismos creados para evitar que las élites políticas se antepongan a la voluntad social. Esta es una importante explicación ideológica, que complementa los análisis más materialistas, o de intereses, de la situación actual del sistema político boliviano.
La parte referencial de los ensayos de Mayorga puede leerse como una suerte de historia política contemporánea. Su importancia para quienes trabajamos en este campo es evidente.
Al mismo tiempo, el autor propone algunos conceptos interpretativos, sacados de la obra de otros teóricos o inventados por él mismo, que, como he dicho, elevan el nivel y ayudan a clarificar el debate actual; pienso en conceptos como el de “partido predominante”, “presidencialismo mayoritario”, o la descripción de la democracia intercultural como un “dispositivo” en el sentido foucaultiano de la palabra, esto es, como una articulación de normas, ideologías, discursos y también de aparatos y mecanismos, la cual es empleada por el Estado para incidir en la aparición del sentido social –que es restringidamente coercitivo en Foucault, mientras que en Mayorga también puede ser emancipador–.
Lo que más me interesa de Fernando Mayorga es aquello en lo que ambos coincidimos, como resulta usual. Y en lo que coincidimos es en ubicar a Evo Morales y al MAS en el centro político, ya que los consideramos moderados. Esta es una afirmación difícil de tragar para muchos de los actores de la actual polarización discursiva y social ,pero se sostiene en hechos, con gran claridad al menos desde 2010, fecha en la que se produce lo que Mayorga llama “el giro programático” del Gobierno, que adopta la Agenda 2025, más equilibrada que su estrategia inicial de “Vivir Bien”, y celebra pactos o, para usar la nomenclatura de Mayorga, hace “concertaciones” con los sectores sociales que se opusieron a su ascenso al poder: la burguesía agroindustrial y las regiones entonces asociadas en la “Media Luna”.
Este centrismo de Morales y su partido se debe a su adscripción al pensamiento nacional-popular, que resulta una afiliación mucho más profunda que cualquier otra que también se haya dado en el MAS; y es un centrismo de características populistas, porque –nos dice Mayorga– suele ir acompañado de una retórica radical.
¿Por qué es importante considerar a Evo y el MAS moderados? Porque si sacamos las conclusiones políticas de ello –como hizo Fernando mucho antes que yo, y aquí quiero reconocer mi error frente a su acierto–, debemos concluir que son un liderazgo y un proceso que se hallan bajo el alcance de la racionalidad democrática, es decir, un liderazgo y un proceso que no tienen carácter ideológico (entendiendo “ideología” como “monismo”, “utopismo” o “milenarismo”); que en cambio son de índole pragmática, aunque tengan algunos aspectos ideológicos puntuales, y, por tanto, son un liderazgo y un proceso con los que podemos ocupar, así sea agonistamente, un espacio común; con los que podemos y debemos dialogar, tanto ahora como durante la transición y cuando ya no estén en el poder.