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Medio: El Deber
Fecha de la publicación: jueves 08 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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En el imaginario del poder, el país está enfrentado y en combate permanente. Para el entorno palaciego, todos los que se oponen a la reelección indefinida de Evo Morales como presidente, son enemigos. En el otro bando están los defensores del 21-F y del voto del ciudadano que pidió que el mandatario termine su periodo constitucional y permita la sucesión presidencial.
Las masivas movilizaciones ciudadanas, que se han realizado en todo el país, tienen desconcertado al Gobierno que, hasta el momento, no ha podido reaccionar. Esa falta de dominio del nuevo campo político lo irrita y por eso insta a sus seguidores (movimientos sociales afines al MAS) a aprender a utilizar las redes para encarar una guerra. Sabe que la creatividad de las protestas en su contra nació en ese escenario y también sabe (aunque no lo quiere admitir) que muchas de las convocatorias fueron espontáneas y que no siguen a ningún caudillo.
El presidente, acostumbrado a la confrontación (que embandera desde hace 12 años), ahora se enfrenta a un adversario sin rostro, no lo puede destruir porque es uno y son miles. Es probable que debido a ese desconcierto el ataque generalizado sea parte de sus discursos y que se agrave a medida que se acerca del 21-F.
Lo lamentable es que Bolivia es una sola, tiene muchas necesidades y precisa una gestión gubernamental eficiente. El utilizar los medios del Estado, los discursos presidenciales y las intervenciones en las redes sociales para generar confrontación no es bueno para los bolivianos y, quizás, ya tampoco sea una buena solución para el mandatario. Las encuestas muestran que su aprobación va en descenso y que la retórica de “la mentira de parte de quienes se le oponen” ya no le alcance para recuperar el terreno perdido.
Cuando se habla de guerra se abre la puerta no solo a los insultos digitales, a que renazca el racismo y la discriminación en las redes sociales y en las calles, también puede dar lugar a la violencia física como consecuencia de lo anterior.
Por eso, el presidente, el vicepresidente y todos los que forman parte del esquema de poder en el país deben moderar el tono de sus exhortaciones. Bolivia es más que el afán de reelección indefinida de una persona o de un partido. Evo Morales puede elegir el camino de la grandeza, gobernando para todos; o dejar una oscura huella en la historia si siembra división entre los bolivianos.