Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 16 de marzo de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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El Gobierno trata de ocultar su objetivo electoralista promoviendo debates sobre la conveniencia o no de un sistema universal y gratuito de salud en el país, y mareando a la población con ofertas millonarias sin señalar su origen. Nadie podría decir no a un sistema que le sirva para tener mejor atención médica sin incurrir en gastos catastróficos. Pero hasta ahora, no hay la menor perspectiva de que eso ocurra; al contrario, van aumentado las promesas monetarias sin cambio alguno en la segmentación, fragmentación, pésimo equipamiento e ineficiencia de los servicios.
El SUS, destacado como prioridad nacional en la Constitución del 2009, emerge como novedosa dádiva presidencial siete meses antes de las elecciones generales y casi 14 años después de la actual gestión de gobierno. En estas circunstancias, hay muchas preguntas sin respuesta y un ambiente de desconfianza que se agrava por la imposición del SUS sin planificación responsable, como simple oferta electoral.
El Sistema Único de Salud fue creado en 1918 por Shemasko, comisario de salud pública, al inicio de la revolución rusa. Consiste en que el Estado asume el financiamiento, la organización y el funcionamiento de un sistema único para atender la salud de toda la población sin costo para los usuarios. Es único porque no admite el funcionamiento de ningún otro servicio público ni privado.
Estuvo vigente en la URSS hasta el derrumbe del socialismo real en 1991. Actualmente sólo se mantiene en Cuba. Todos los demás países han optado por integrar seguros y servicios estatales.
El socialismo del siglo XXI proclama las bondades de este sistema porque se adapta a sus principios totalitarios, diferente del sistema propuesto por los médicos, que no es único, sino integrado, democrático, participativo y gratuito sin engaños.
Años atrás, sin elecciones de por medio, se intentó estatizar los recursos de todas las cajas de seguro para crear un fondo común que alimente el sistema único de salud. La resistencia popular paró el intento. Ni las cajas aceptaron perder su patrimonio ni los trabajadores consintieron en cambiar lo cierto de su atención actual por un dudoso sistema estatizado.
Actualmente, con mayor habilidad política y astucia preelectoral, el Gobierno no menciona estatización de recursos, pero si la ingenuidad de los electores y el abuso de poder hacen ganar al MAS, como esperan sus adeptos, la estatización sería inevitable, porque es parte de su doctrina y los anunciados fondos del TGN, cuyo origen no se da a conocer, pueden ser tomados, esta vez sin reclamo, de las cajas estatizadas.
La primera batalla ya la está dando al apropiarse de los fondos de las gobernaciones para reforzar el tercer nivel de atención, que por ley pasa a la administración del gobierno central; mientras el primero y segundo nivel, que son los más importantes, seguirán desfinanciados en los municipios. De este modo el segmentado SUS quedará descuartizado.
La resistencia médica no es sólo gremial. Opiniones científicas, sin compromiso político partidario como la del doctor Vaca Diez, prestigioso nefrólogo, han empezado a pronunciarse. El presidente de la Academia de Medicina, doctor Toro, ha publicado el domingo pasado en Ideas de Página Siete un comentario que debería ser leído por todos los interesados en el tema. Antes, el director de la Revista de la Academia de Historia de la Medicina, doctor Javier Luna Orosco, formuló observaciones de valor en el editorial de la revista. Pero como el objetivo es electoral, el cuestionamiento científico, idóneo y bien documentado no interesa.