Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: domingo 10 de marzo de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El fanatismo de mercado ha sido substituido por el fundamentalismo
estatista y populista y su versión más pomposa por estos paisajes: la
“teología extractivista” (Gudynas). El futuro está secuestrado por la
ideología de los resultados de cemento, por la destrucción de la
naturaleza, por la PIBocracia que asimila desarrollo tan sólo al
crecimiento de esta variable. El gobierno, a pesar de los 13 años de
gestión, se resiste a ser pasado. Cree haber tomado el elixir de la
eterna juventud. Se contempla embelesado en el espejo de la propaganda.
No entiende que su ciclo ha terminado con las cosas buenas y malas que
ha hecho. Y como todo guardián del nuevo status quo niega, persigue y
busca encarcelar al tiempo que nos enseña que el cambio de ideas y
personas es la esencia de la vida.
Por supuesto que hay vida después del neopopulismo. Y es un horizonte que no solo tiene nuevas respuestas para los temas económicos o sociales sino que ha cambiado las preguntas. Por cuestiones de espacio mencionemos tan sólo tres: ¿Cómo reinventamos el desarrollo a través de la dimensión ética? ¿Qué papel juega la creación de valor público? ¿Cómo la tecnología se convierte en eje articulador de una crecimiento económico inteligente, inclusivo y sustentable?
La esencia de la vida es la confianza y reciprocidad, es el pacto en el espacio del microcosmo societal (familia, empresa, comunidad) que muchas veces va más allá de las reglas jurídicas generales (leyes, Constitución). Las razones para justificar cualquier tipo de modelo de desarrollo deben estar ancladas en valores y no al revés, como ocurre en la actualidad. Donde los valores están instrumentalizados. Los medios justifican el fin, razón por la cual el tejido básico de la sociedad está deteriorado, en algunos casos, y en otros, destruido, tanto por el individualismo impuesto por el mercado o el colectivismo financiado con favores del Estado. En ambos casos se ha roto la ética de la confianza, prevalece el egoísmo o el privilegio del grupo sobre el todo de la comunidad. Se ha quebrado la relación entre ética y prosperidad. Tanto para el capitalismo especulativo financiero como para el capitalismo estatal de amiguetes todo vale para acumular riqueza y poder. Entre tanto, no puede existir desarrollo sostenible sino se repone la ética de la reciprocidad y del bien común, sostiene Paul Collier profesor de la Universidad de Oxford. Por eso el desafío es mayúsculo cómo repensar el desarrollo a partir de la ética de la reciprocidad en la familia, la comunidad, la empresa, el Estado y el mundo.
En una sociedad fragmentada ética y económicamente, la creación de valor colectivo se pierde. La creación de valor se define la producción de nuevos bienes y servicios, que en la actualidad debían tener un mayor contenido tecnológico. Aquí el ejemplo es una empresa productiva que puede ser pública o privada. Estamos frente a un capitalismo emprendedor.
Contrariamente, la extracción de valor se define como actividades focalizadas alrededor de recursos y productos existentes. Aquí el ejemplo, es la especulación financiera o comercial. A esta forma de capturar valor también se conoce como rentismo o capitalismo de casino.
Las economías primario exportadoras enfatizan la extracción de valor de los recursos naturales y no la creación de valor en otros sectores. Y cuando la gestión política adquiere un carácter de culto a la personalidad se convierten en “teologías extractivitas”. En estas situaciones el principal rol del Estado es la captura de este valor (rentas) y su distribución populista en la sociedad.
En economía emprendedora, a la cuál debíamos aspirar, la creación de valor se basa en la innovación tecnológica. La innovación se basa en la inversión en capital humano que, a su vez, es la base de un desarrollo y crecimiento inteligente.
Mariana Mazzucato, profesora de la Universidad de Londres, sostiene que el desafío del siglo XXI es el crecimiento inteligente donde el Estado es el responsable fundamental para promover innovación. No es un mero distribuidor. Es decir, que el Estado es el principal emprendedor e implementador, de manera directa e indirecta, de varias innovaciones tecnológicas; es decir, que la acción gubernamental va más allá de la corrección de fallas de mercado y se concentra en la formación, y creación de mercados. Y, lo que es mejor, generando innovación y creación de valor económico y social colectivo. Lo que implica también promover también el crecimiento inclusivo y medio ambientalmente responsable.
En suma, la vida económica después del neopopulismo requiere pensar fuera de la caja y colocar como conductores el desarrollo a la ética de la reciprocidad, la innovación y la creación de valor colectivo.