Medio: El País
Fecha de la publicación: viernes 08 de marzo de 2019
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Democracia paritaria
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Tal vez por eso la fecha del 8 de marzo, tan histórica pero tan resistida en Bolivia por años, por aquello de que teníamos nuestra propia fecha para “festejar” a la mujer, se ha instalado con fuerza en los últimos años. El 8 de marzo no es un día para festejar a nadie sino para reivindicar derechos y ajustes que hagan de esta sociedad postmoderna un lugar más habitable para todos.
Los colectivos feministas, de mujeres, organizaciones no gubernamentales y representantes políticas no han dudado en instalar la agenda internacional de la fecha del 8 de marzo, en el que se recuerda la lucha laboral y por el derecho al voto histórico de las mujeres desde comienzos del siglo XX y los diferentes hitos, como la tragedia de la fábrica de camisas Triangle en Nueva York, donde murieron 123 mujeres al no poder salir del edificio.
Las nuevas generaciones parecen más sensibles: ellos más conscientes, ellas más empoderadas, pero falta; y a esa falta se une a la permanente demonización del término “feminista”
Aunque las Naciones Unidas ha desviado el foco central del 8 de marzo, que siempre tuvo que ver con la reivindicación laboral, hacia una agenda integral en la que se habla de acosos y violencia, a pesar de tener días específicos para ello, la iniciativa popular ha recuperado la esencia con la convocatoria internacional del paro de mujeres que este 2019 se lleva a cabo por segundo año y que en la primera edición tuvo un impacto significativo en muchos países del mundo.
En Bolivia la ausencia de datos unido al maniqueísmo de un Gobierno que se dice comprometido con la causa impide un análisis detallado de la situación. El dato de desempleo es increíble en sí mismo y el de salarios promedio también, pero en el marasmo del INE sí se puede discernir que muchas más mujeres ocupan puestos laborales de baja cualificación y que han tenido una mayor discontinuidad en el trabajo a lo largo de su trayectoria. Ni qué decir sobre los datos que corroboran la responsabilidad casi plena en el cuidado familiar y del hogar.
¿Algo cambia en Bolivia? Las nuevas generaciones parecen más sensibles: ellos más conscientes, ellas más empoderadas, pero falta; y a esa falta se une a la permanente demonización del término “feminista” que las redes sociales y los poderes centrales han posicionado.
Para algunos, las políticas de cuotas y los gestos simbólicos no sirven de nada. Lo cierto es que desde que la Ley exige paridad en los órganos legislativos, existe en las Asambleas y Concejos, pero los cargos ejecutivos siguen siendo coto privado de los hombres en una abrumadora mayoría.
El paro de mujeres de hoy no deja de ser un acto simbólico, pero muy necesario. Desde El País nos sumamos a la iniciativa – acomodando a los tiempos de edición e impresión – y por eso hoy encontrará una edición en la que faltan partes sustanciales, noticias centrales, tal vez errores y horrores y tal vez espacios que no se pudieron cubrir y que pretenden, fundamentalmente, invitar a la reflexión a todos nuestros lectores. Para nosotros la igualdad no es un criterio opinable sino una necesidad estructural.