Medio: El Día
Fecha de la publicación: miércoles 27 de febrero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Con lo ocurrido el pasado fin de semana, la crisis venezolana ha alcanzado repercusión global y los medios internacionales ya no dudan en hacer comparaciones con Siria, el epicentro de una guerra como no se veía después de la Segunda Guerra Mundial. Obviamente, comienza a llamar la atención en todos los rincones la postura de Bolivia, cuyo régimen pretende pasar inadvertido y libre de comparaciones con dictaduras y sistemas caudillistas que han roto el orden constitucional en busca de la perpetuidad e instaurar un modelo muy parecido al de las ciertas naciones africanas y asiáticas que combinan lo político con lo tribal y lo religioso.
Al observador externo le sorprenderá saber que quien apoya la represión y toda esa locura de violencia que desató Maduro en la frontera, es un gobierno que dice ser pacifista, postulado que figura en la constitución. Saca la cara por la soberanía, pero no tiene problemas con la carrera armamentista promovida en la región por Rusia, China o Irán o la injerencia de la tiranía cubana que ha conseguido exportar sus métodos hacia varios países seriamente comprometidos hoy con la violación a los derechos humanos, con asesinatos y torturas.
Será muy difícil que Maduro consiga mantenerse por mucho tiempo más y la pregunta que más se escucha en todos lados es quién será el próximo de la lista, tal vez Cuba o Nicaragua. En las últimas semanas ha comenzado a mencionarse también a Bolivia y un grupo de senadores estadounidenses lo dejó muy claro, aunque no hay duda que es el primer mandatario el que más esfuerzos hace por salir en la misma foto que el usurpador venezolano y de esa manera las asociaciones no solo resultan obvias, sino también obligatorias.
Al cerrar filas en torno al chavismo, el gobierno boliviano no hace más que desnudar su fragilidad, pues tanto el encumbramiento como el ocaso del “proceso de cambio”, se hallan en estrecha dependencia de lo que ha ocurrido en los países que estuvieron impulsando el Socialismo del Siglo XXI, que a su vez recibieron el respaldo de potencias nucleares que buscan arrebatarle el liderazgo y la influencia a Estados Unidos.
En fin, razones no faltan para llegar a la conclusión de que la mejor salida para el régimen boliviano es apartarse de las malas amistades y decidirse por respetar la democracia y la decisión soberana del pueblo. Eso le podría asegurar un final de mandato libre de sobresaltos al presidente Morales, quien acaba de lanzar una premonición muy fuerte acerca de su colega, al afirmar que cualquier cosa que le ocurra a Nicolás Maduro será culpa de los norteamericanos. Lamentablemente, ni la racionalidad o la cordura son virtudes que abundan en esta crisis que se acerca cada vez más a un desenlace desastroso.
Será muy difícil que Maduro consiga mantenerse por mucho tiempo más y la pregunta que más se escucha en todos lados es quién será el próximo de la lista, tal vez Cuba o Nicaragua. En las últimas semanas ha comenzado a mencionarse también a Bolivia