Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 26 de febrero de 2019
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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En dos días seguidos, el Jefe de Gobierno ha dejado sentado que no le cabe duda alguna de que está predestinado a imponerse, por cuarta vez, en las elecciones nacionales próximas. El sábado 23, al ratificar esta certeza deslizó, como una especie de consuelo para sus contendores, que después de su último triunfo, se retiraría en 2025. El domingo afirmó que no hay forma de que pueda perder.
¿De dónde obtiene el Presidente la pétrea convicción de que vencerá irrevocablemente en las elecciones de octubre?
Según sus propias expresiones, la fuente más inmediata de su optimismo proviene de encuestas, según las cuales la ventaja que obtiene su rival más próximo en las ciudades se disuelve y revierte al ampliar la muestra al campo, de modo que el candidato del MAS alcanzaría el 50%.
Lo interesante de esta afirmación es que alude a los sondeos de opinión, que han sido permanentemente despreciados por su partido como referencia válida de información. Es igualmente notorio que ni el candidato ni su organización dan a conocer los datos de las empresas o la ficha técnica de las encuestas que habrían realizado un trabajo tan amplio y minucioso que, refutando a todos los estudios publicados, otorgue tal ventaja al oficialismo.
Pero el origen de la mayor certidumbre sobre su nueva e inevitable victoria sería, según la máxima autoridad oficialista, el razonamiento de sus enemigos, a los que, coloquial y familiarmente, suele llamar la derecha. Los alude así: “Ellos mismos (…) dicen: ‘al Evo hay que llevar a la segunda vuelta -ese es su plan-. Si nos gana, que no nos gane con dos tercios, (así) están hablando. Ellos saben que no van a ganar’”.
Ninguno de los candidatos opositores, o sus voceros, se han expresado de tal manera en público, de modo que se trata de una complicada interpretación que hace el Presidente o sus asesores. En este último plano, la confianza del MAS provendría de la ausencia o la debilidad que muestran los binomios y estructuras que tiene al frente para responder con oportunidad, claridad y firmeza al discurrir de la coyuntura.
Esto aplica a su práctica invisibilidad ante los graves problemas que exhibe el Tribunal Supremo Electoral (TSE), las aplastantes evidencias de las deficiencias de las obras que entrega el Estado, como las carreteras de Caranavi o San Borja, o de planes y acciones para reforzar la resistencia social. Lo mismo cabe para la indiferencia ante demandas indígenas concretas frente al aplastamiento que reciben del Estado.
Pero, más allá de sus dichos, la cabeza del MAS ejecuta, sin pausa ni descanso, acciones reservadas o completamente encubiertas en las que deposita su mayor esperanza y expectativa de que, por encima de los errores y debilidades de sus competidores, le asegurarán un triunfo, inclusive en la primera ronda electoral. Entre ellas se cuenta el hostigamiento directo e indirecto a la única candidatura que le preocupa, mediante el avance de juicios, amenazas de nuevos procedimientos judiciales o el destape de escándalos en torno a ella.
Pero el recurso más importante de todos es el estrecho y seguro control sobre el TSE, en primer lugar, y sobre los otros que, como el TCP, ya le han servido para invalidar la Constitución y el mandato democrático del soberano.
Para los jefes del MAS constituye un alivio de la resignación y el formalismo ritual con que los opositores operan ante los delitos que constituyen las falsas inscripciones de militantes que el TSE ha tolerado y mantiene sin investigar, y la total claudicación con que se inscribió el binomio oficial. Pero de ninguna manera se confían en que esta parálisis sea suficiente y hacen lo posible por blindar a sus fichas clave.
Por principio democrático y elemental necesidad práctica. la demanda de que los vocales del TSE renuncien y sean sustituidos por magistrados que merezcan la confianza pública es una cuestión clave por resolver, haciéndola parte de una plataforma de reivindicaciones y movilizaciones sociales que están en pleno y constante desarrollo. Sin ese paso inicial no se podrá enfrentar las estructuras sobre las que se apoya la estrategia de reelección e impunidad continua.
Roger Cortez es director del Instituto Alternativo.