Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 21 de febrero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Aunque Evo Morales diga que el 21F está ‘enterrado’, y sus corifeos le hagan coro, el 21 F vive y palpita en la identidad de cada demócrata en Bolivia. El compromiso con, para y por la democracia es una carga genética que ellos no tienen. Merced a unas tramposas primarias con las que creyeron cerrar la discusión sobre la ilegalidad de su cuarta reelección, nunca van a reconocer él, su Vice y su partido, que perdieron aquel referéndum. No tuvieron ni tienen “la dignidad de la derrota” de la que habló Jorge Luis Borges. Al no tenerla, acrecentaron nuestra victoria, pese a que nos robaron 10% de votos.
Morales y compañía vuelven a equivocarse porque no toman el pulso de la calle, ni oyen el clamor de la sociedad consciente que le repite “Bolivia dijo NO” como aquel 21 de febrero de 2016, que hoy celebra su tercer aniversario. Y lo grita cada 21 de mes y cada año, como este, en su tercer aniversario movilizado con marchas y concentraciones. Ahí se ratifica la identidad democrática de Bolivia. En 2016, Morales, con apetitos totalitarios de partido único sin pluralidad política, quiso saber si se le quería tanto como para permitir su reelección indefinida, aunque violara la Constitución. Pero perdió. Cualquier político menos soberbio se hubiese conformado, como hace un amante impaciente, deshojando una margarita: “me quiere, no me quiere, poco, poquito, mucho o nada”. Aquí le quisimos poco.
Él quería saber si el pueblo-muchedumbre-masa lo quería tanto para prorrogase en el poder ‘ad eternum’ como Daniel Ortega en Nicaragua, al que, maniobras oscuras mediante, le permitieron semejante aberración. Claro que ocho años más tarde, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pone en duda su ‘derecho humano’ a la perpetuidad en el ejercicio del poder. En esos ocho años el poder dinástico de los Ortega-Murillo hirió de muerte a la democracia y mató a más de 320 nicaragüenses, muchos de ellos en la primavera de sus vidas, solo en 2018. El retraso de ocho años suena inaceptable, por más explicaciones que arguyan. ¿Harán lo mismo con Bolivia? ¡Por favor, ya se acabó el tiempo de callar!
Los miembros de la CIDH acaban de irse, luego del 171 Período de sesiones entre el 7 y el 16 de febrero pasado, en Sucre. Sabemos que escucharon a plataformas ciudadanas y partidos políticos sobre el desconocimiento del régimen a los resultados del 21F y, de suyo, a la Constitución que impide la reelección por más de un período continuo. En las mismas condiciones que Ortega está el supuesto derecho de Morales. Es decir, ningún político debe gozar de esa gracia porque va contra uno de los pilares de la democracia que es la alternabilidad en el ejercicio del poder, y porque algunos autócratas/dictadores se hacen de la vista gorda, ante otra premisa de la democracia: que cada cuatro, cinco o seis años, la ciudadanía puede elegir a sus representantes, puede equivocarse, pero también puede corregirse.
De acuerdo a encuestas varias, Morales sigue perdiendo votos porque la sociedad está desencantada del impostor ‘proceso de cambio’ que, paradójicamente, barrió con la ideología como elemento aglutinador de sus bases, y como contraste con los otros partidos del sistema. Cierto que estos muy venidos a menos por el rigor centralista y la concentración del poder, al punto que pulverizan las autonomías departamentales.
Desaparecida la ideología y anclados en frases cada vez más vacías y ridículas, como que si no se votaba por Morales en aquel referéndum “el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros”, el Vice dixit, el oficialismo se refugió en el clientelismo y las prebendas abusivas, mientras el sol brilla a sus anchas y la luna sigue cumpliendo sus 4 ciclos. En cambio, el ‘proceso de cambio’ y el Socialismo del S. XXI ostentan su incapacidad de construir nuevas utopías y, al mismo tiempo, su capacidad malévola de crear infiernos, como en Venezuela y Nicaragua. En Bolivia luchamos para evitar ambos extremos y para devolverle a la política su condición humana.
En este 21 F de 2019, recuerdo a Hannah Arendt en su contundente pensamiento sobre la política y la libertad. “Si el sentido de la política es la libertad, es en este espacio- y no en ningún otro- donde tenemos el derecho de esperar milagros, no porque creamos en ellos, sino porque los hombres, en la medida en que pueden actuar, son capaces de llevar a cabo lo improbable e imprevisible, lo sepan o no”.
Algunos no lo saben por ignorancia, comodidad, o porque fueron objeto de amenaza política, como un juez de Santa Cruz. Habiendo él aceptado la acción de cumplimiento del mandato del 21 F y su NO a la cuarta reelección de Morales, concluyó, que ya era cosa juzgada, por la sentencia constitucional 084/2017, que lo habilitó a la re-re-reelección por un derecho ‘inhumano’: la perpetuidad en el poder. De esa gente no esperamos nada.
Pero hay mucha más gente, como en todos y cada 21 F, que puede llevar a cabo lo imprevisible: que en 2019 el NO entierre el continuismo autoritario de Morales, gracias a nuestra identidad democrática.