Medio: El País
Fecha de la publicación: viernes 15 de febrero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La vida cotidiana ha inundado los “no lugares” de la política mediante una multiplicidad de discursos que son capaces de movilizar a la sociedad de manera dispersa. En general no se plantea el tema del poder ni su articulación detrás de liderazgos específicos como tradicionalmente sucede en el mundo de la política; no obstante existen movilizaciones callejeras, activismo, protesta e interacción en red. La expansión de las redes sociales ha inaugurado una nueva forma de hacer política con características totalmente distintas a las anteriores, pero dialogando y conviviendo con ellas. Los temas que se instalan en las redes sociales en refuerzan en unos casos, las demandas de las organizaciones, instituciones o gremios existentees, en otros a los líderes políticos, o finalmente, responden a los problemas cotidianos de la gente, como la mala calidad de los servicios básicos, el rechazo a políticas públicas, la indignación por la corrupción y la creciente violencia de género, la defensa de los árboles y los animales, la falta de apoyo a la cultura, en fin, una lista interminable de agendas diversas que llaman la atención de públicos selectivos impulsándolos a las calles, a poner un like, un comentario, a compartir una noticia o finalmente, a generar ocasionales y airados debates ¿Quienes son estos nuevos activistas “fragmentados” que hacen política desde los “no lugares” y cuyo común denominador es el malestar?
Los llamaremos ciudadanos y ciudadanas. Esta categoría no ha ocupado un lugar central en la discusión sobre la democracia boliviana, porque la política los ha invisibilizado, solo aparecen en el escenario en momentos electorales. Es más, el ciudadano ha sido despreciado sobre todo por la izquierda debido a su asociación conceptual con el liberalismo y el republicanismo, y por tanto, con el ejercicio formal de la democracia y el neoliberalismo. No obstante, el actual momento político nos obliga a revisar el concepto y reposicionarlo en la política, pues la otra cara de la ciudadanía es su potencia activa desde la disparidad y pluralidad de sentidos e intereses.
El ciudadano no es un derecho escrito en letra muerta en la Constitución, no es un dato electoral, una cifra en las encuestas de opinión y menos un miembro anónimo de la menospreciada clase media, la ciudadanía la compartimos todos; y hoy, ante un escenario de ausencias, incertidumbres e indefiniciones, constituye un sujeto político que actúa, opina, se moviliza, construye y deconstruye identidades, teje relaciones e interacciones, se autoconvoca y se moviliza, adopta nuevas formas de agregación social y activismo político.