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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 15 de febrero de 2019
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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El impacto de la noticia, grande de por sí, se multiplicó por las circunstancias de ese entonces. Fue pocos días antes del referéndum al que fuimos todos los bolivianos con el fin de avalar o rechazar la propuesta gubernamental de habilitar a Evo Morales y Álvaro García Linera para que se postulen a una reelección indefinida de su mandato.
Tres años después, todavía no se han despejado muchas dudas que abrió esa revelación. Lo que es menos dudoso es que la imagen pública de Evo Morales y de su más estrecho círculo de colaboradores sufrió un enorme descrédito. Eso que permite suponer que algún impacto tuvo el caso Zapata en el resultado arrojado por las urnas el 21 de febrero de 2016.
Cuán cierta o no es esa suposición es algo imposible de saber. Lo que se puede afirmar con toda seguridad es que la credibilidad gubernamental quedó definitivamente destrozada. Y no sólo por los entretelones del desliz presidencial –agravados por la cadena de mentiras con que las versiones oficiales intentaron minimizar los hechos– sino, y sobre todo, porque se puso en evidencia la facilidad con que el manejo del Estado fue penetrado por las peores prácticas administrativas.
El triángulo formado entre una amante palaciega, una empresa china en la que fungía como máxima ejecutiva y los millonarios contratos suscritos gracias a sus habilidades negociadoras fue la combinación fatal que destrozó gran parte del capital político de Evo Morales y del “proceso de cambio” encarnado en su figura.
Tres años después, la fórmula oficialista no termina de reponerse del golpe sufrido. Y lo más importante es que el caso Zapata tuvo la virtud de mostrar con toda claridad lo peligroso que puede ser que la voluntad de un individuo, o un grupo de ellos, pueda disponer de los recursos públicos como si de su propio patrimonio se tratara. La gran lección del caso es que la confianza absoluta no existe, que las mentiras tienen patas cortas y que un vulgar escándalo puede desbaratar incluso una confianza avalada por el 57% de los votantes, 16 meses antes.