Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 01 de febrero de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Pero vamos por partes. El fin del gobierno del MAS en 2019 será la consecuencia de una mala lectura y de un error histórico del propio Morales; la premeditada ausencia de liderazgos alternativos en el MAS y la apuesta de sacralización mitológica del jefazo son el pecado de origen.
En su angurria de poder eterno y en esa trampa de infalibilidad tendida por su propio entorno, Morales ignoró la Constitución, ignoró la voluntad popular expresada en las urnas y sobre todo ignoró, ¡craso error! el espíritu y la madurez democrática de la ciudadanía.
Con el fallo del TCP el 28 de noviembre, Morales remató el error que le costará no solamente la presidencia, sino, en el peor de los casos, su paso por la historia; esa decisión, luego de 12 años de desgaste, ha desencadenado un proceso que lo llevará a una rotunda derrota electoral, siempre y cuando hayan elecciones.
El sentido común y la lógica tendrían que decirle en esa situación que lo mejor que puede hacer es declinar su candidatura, entregar la presidencia una vez que concluya su mandato, hacerle la vida a cuadritos a su sucesor e intentar regresar por la vía democrática el 2025 (o inclusive antes). En ese camino, el ciclo hegemónico del MAS podría perdurar.
Pero lamentablemente la lógica poco tiene que ver con la ceguera del poder, con la visión cubana (que con Maduro y Morales se juega otra vez el pellejo), ni con el miedo que les provoca a los masistas el ver lo que les está ocurriendo a los Lula, a los Kirchner y a los Correa, ni tampoco con el terror de tener que enfrentar a la justicia por las innumerables tropelías cometidas en 14 años de jauja descontrolada.
Esas son las razones por las que van a insistir en la candidatura y por las que van a endurecer la represión, y por las que seguramente van a intentar evitar ir a unas elecciones que no podrán ganar, siguiendo la línea venezolana de asambleas constituyentes y otros embustes.
El problema es que el hecho de que el Gobierno actúe como el de Venezuela no quiere decir que la ciudadanía boliviana vaya a reaccionar como la venezolana; no somos Venezuela y esa realidad histórica y política va más allá de la arenga callejera. Ese será el camino de la caída del MAS y del cierre de su ciclo hegemónico.
Eso por un lado. Por el otro, el cierre o la continuidad del ciclo masista dependerá también de lo que ocurra en el campo de las oposiciones. El derrumbe del MAS viene acompañado del derrumbe de la oposición partidaria tradicional.
El hartazgo que provoca el Gobierno es horrorosamente parecido al que provoca la oposición formal. La ciudadanía pide a gritos un nuevo liderazgo que proponga otro rumbo y que actúe de manera distinta.
Si pese a mis sospechas la definición se da en el terreno electoral y de allí sale un gobierno que no sea del MAS, pero que piense lo mismo que el MAS, esa será, aunque no parezca, la continuidad hegemónica del MAS.
El desafío real consiste entonces en ponerse a la altura de los deseos y las expectativas de la ciudadanía y conformar una alternativa política y electoral que no solamente sea capaz de ganar, sino de cambiar realmente el perverso rumbo que el MAS nos impuso. Recién ahí terminará la hegemonía masista.
Ilya Fortún es comunicador social.