Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: lunes 11 de febrero de 2019
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Sin embargo, el otro 54,5% de no participantes es el que debería concentrar nuestra atención, que puede explicarse en parte por el contexto histórico en el que se dan estas primeras elecciones primarias.
Primero, el desconocimiento de la norma y el sentido de las elecciones primarias por una gran parte de la ciudadanía. Una mala campaña informativa por parte del OEP, que carga con su propia crisis, pero también de las direcciones partidarias opositoras que hicieron campaña en contra del proceso electoral.
Segundo, el que el propio MAS —a través de sus direcciones— no hiciera una campaña nacional, por no terminar de entender las dimensiones político-democráticas de la elección primaria del binomio Evo-Álvaro, y dar por sentado que la elección real se dará en octubre.
Tercero, las propias normas electorales que también han cambiado el espectro de los votantes, como el que por primera vez en elecciones el día de votación es un día normal en cuanto a movilización y circulación vial, además de no existir ninguna presión económica para la votación en tanto que es voluntaria, además que los binomios pueden ser habilitados con un solo voto para ser los candidatos hacia las elecciones nacionales.
Cuarto, el que nos encontramos en un momento político de declive en la participación social y en la movilización política, generada autocríticamente por los propios espacios de representación política de la mayoría, además del descontento de algunos sectores y organizaciones sociales que se encuentran en disputa por los espacios de representación rumbo a octubre.
¿Y la Democracia?
Finalmente, para una reflexión de fondo, ¿tenían razón de ser estas elecciones primarias, que contaron aproximadamente con un 30% a 40% del electorado habilitado y que ya tenían los binomios definidos por cada tienda política? Para la oposición que buscaba sustentar su posición de escaso respaldo representativo, no se justifican los recursos invertidos, y mencionan demagógicamente que podrían haberse invertido en necesidades más sentidas por la población, que es como decir que la democracia es una mala inversión.
En definitiva, para qué consultar si las decisiones están ya tomadas y no admiten dimisión alguna; en realidad lo que se afirma es que la forma caudillista de la política es la que debe prevalecer por sobre los contenidos democráticos que se proponen. Es interesante leer entre números en esta primera experiencia de elecciones primarias, de que los partidos opositores que convocaron a no votar o habilitarse por un voto, tuvieron votantes de su militancia, aquellos que consideraron que su opinión puede ser importante más allá de las decisiones cupulares. De esta manera también los números hablan de que en el marco de sus escasas votaciones también existió un porcentaje importante de blancos y nulos, que están expresando una opinión sobre las decisiones internas o la democracia interna que los propios partidos en formación deberían poner atención. Además de que el proceso le permitiría a cada representación política afirmarse en torno a sus representantes, y construir consensos con quienes se resisten a ellos en el marco de la democracia interna de cada organización política.
También repasar la constitución de las democracias en el mundo para afirmar que la democracia es cara, porque cuesta consultar al pueblo no sólo sobre quiénes serán los gobernantes, o sobre las acciones que éstos realizan, o sobre si el pueblo que tiene una posición política se siente consultado sobre las decisiones internas de sus partidos; en definitiva, es un acto de reconocimiento del poder que tiene el ciudadano que otorga representación a quienes pueden ser sus candidatos o bien los gobernantes que fuesen elegidos. Para una mirada caudillista y autoritaria siempre serán más fáciles y operativas las decisiones cupulares, a nombre de que quienes saben eligen bien por todos; por eso se presenta como dispendioso consultar a la ciudadanía, es una suerte de discriminación señorial que establece que el pueblo no tiene opinión “responsable”, y a lo más que puede llegar, aun en democracia, es a ser beneficiario de lo que hacen y deciden quienes “están capacitados” para administrar el poder.
Esta visión colonial es la que confrontamos históricamente con el proceso de construcción de la democracia intercultural, y en la que las reglas, la legislación y las instituciones deberían paulatinamente sentirse expresadas para hacer el nuevo país que queremos todos y todas.