Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: jueves 07 de febrero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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El político opositor aseveró que la alianza Bolivia Dice No y la agrupación Demócratas realizaron “una buena fiscalización” de los comicios del 27 de enero con el despliegue de “13 mil delegados”, por lo que el MAS supuestamente “no pudo llevar a cabo su engaño”.
Ahora bien, el falaz discurso expresado por Serrano responde a un imaginario de intereses políticos claramente contrarios al Proceso de Cambio, donde la ideología nubla la razón y se impone a la realidad objetiva, alimentado por un inmanente deseo de ver en todo escenario un supuesto ‘fracaso’ del partido en función de gobierno.
Un análisis semántico de los dichos de Serrano desvela el divorcio del legislador de marras con la realidad política emergente de los resultados que arrojaron las urnas, en un hecho histórico que fortalece la democracia boliviana.
Entonces, Serrano falta a la verdad cuando sostiene que “las elecciones primarias fueron un fracaso para el MAS”, porque sobrepone el deseo opositor a los datos objetivos y oficiales del Tribunal Supremo Electoral (TSE), supervisados por observadores internacionales, entre ellos una misión oficial de la OEA.
El diputado vuelve a mentir cuando dice que las primarias fueron “una burla para los bolivianos”, elucubración fraseológica que desnuda su supina ignorancia sobre la trascendencia histórica de las elecciones primarias que empoderó a miles de militantes de base de las agrupaciones políticas y marcó el principio del fin de la dedocracia oligárquica que Serrano y los suyos defienden para preservar un sistema político cimentado en la deificada y sacralizada voluntad suprema del jefe político.
Los datos oficiales del TSE revelan que mientras el gran vencedor de las primeras elecciones primarias bolivianas fue el MAS, los ocho frentes políticos opositores habilitados para los comicios generales de octubre fueron los grandes perdedores. Así de claro.
Es incontrastable que sobre un total de 495.345 militantes de todos los partidos y frentes políticos que emitieron su voto el 27 de enero, 451.026 fueron del MAS, es decir, nueve de cada 10 votantes del 27 de enero fueron masistas (91,05%).
Y mientras que sobre un total de 991.092 militantes del MAS registrados ante el TSE, el 45,5% emitió su voto en las urnas, de 292.490 militantes de la alianza Bolivia Dice No, que postula a la presidencia a Óscar Ortiz, 18.778 votaron en las primarias, apenas el 6,42%.
En el caso de Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa, de 88.122 militantes habilitados sólo votaron 4.964, es decir, el 5,63%. El panorama es aún más desolador para Jaime Paz Zamora del PDC, ya que de 28.717 militantes sufragaron 1.308, apenas el 4,55%.
Es decir, mientras el MAS —en elecciones primarias signadas por el voto voluntario— refrendó en las urnas que es la agrupación política más importante y la única con vida orgánica del país, los ocho frentes opositores desnudaron su orfandad de respaldo popular.
En ese contexto, cuando la oposición sostiene que “las elecciones primarias fueron un fracaso para el MAS”, miente, porque la mentira es esencial de la campaña de desinformación que implementa con el generoso e injerencista respaldo de la embajada y de la derecha reaccionaria transnacional.
Es el perverso juego al que la derecha pretende involucrar a segmentos poblacionales víctimas de la manipulación informativa, es el juego desinformador del neoliberalismo, es el juego de la confusión y de la mentira, es el juego de la antinación y de la impostura política.
Ésta es la derecha que intenta seducir al pueblo con un discurso de la falacia y de la engañifa, y busca que vote por el candidato promovido por la embajada.
Son los privatizadores quienes esperan que un pueblo desinformado y manipulado los apoye, por eso juran que no volverán a ser corruptos ni mafiosos, por eso mienten y enarbolan la bandera de una supuesta ‘defensa de la democracia’, por eso no aceptan que las elecciones primarias sellaron el principio del fin de la rancia dedocracia oligárquica.