Medio: El Deber
Fecha de la publicación: jueves 07 de febrero de 2019
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Hace 12 años creíamos que el niño campesino que nunca visitó un médico, al llegar al Gobierno, por reacción natural, se desviviría para que su gente tuviera en sus pueblos centros de salud y hospitales, con médicos sabios, con enfermeras sonrientes, con remedios y calmantes, con sábanas limpias. Nos equivocamos. Lo realmente fácil para el que había sido marginado fue construir el mejor hospital del país, pero muy pequeño, solo para sí mismo. Lo fácil es atender a una sola persona.
Esperábamos que el niño campesino que nunca tuvo comodidades en casa, ni un automóvil, haría que todos los suyos tuvieran acceso a la comunicación, al transporte, al descanso, a la cultura. Pero no. No fue así. Él se compró un avión para él solo y otro avión y otro. Y se compró helicópteros. Y mandó traer inmensos automóviles de lujo y blindados. El campesino al que nadie había respetado, en lugar de construir respeto para su gente, se hizo palacios para él mismo y terminales de lujo en los aeropuertos, plagados de sirvientes que le hicieran reverencias y honores. Se rodeó de ministros que lo adularan y de parlamentarios y jueces que obedecieran callados. En fin, el camino que esperábamos era demasiado largo. Él tomó el camino más fácil, más corto.
El camino del MAS no fue malo para todos, ni en todo. A ellos les fue bien y alcanzaron sus sueños. Se dieron nuevas oportunidades para negociados millonarios. Fue fácil cultivar toneladas de coca y procesarla. Fue fácil odiar, amedrentar y castigar. Pudieron engañar y mentir. El camino fue fácil, con jueces y legisladores serviles, con los recursos del Estado a su servicio, con permisos para todo. Como les fue bien, el bufón mayor del reino ofrece ahora el camino fácil para tentarnos, como si lo quisieran compartir.
A otros no les fue bien y el camino fácil no llevó al país a los horizontes esperados. No le fue bien a la libertad. No creció la verdad. La justicia murió. La esperanza languidece. Creció el hambre a cambio de nada.
Ha costado aceptarlo, pero cada día está más claro. Si no, ¿por qué cada vez son menos los que confían en los caminos fáciles que ofrecen los nuevos poderosos? ¿Por qué el desencanto? ¿Por qué la decepción? ¿Por qué en cada votación los resultados les son más adversos? ¿Por qué en el mismísimo partido fácil no votan la mayoría de los registrados? Hasta ellos están desilusionados.