Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: martes 05 de febrero de 2019
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Las acusaciones presidenciales contra el TSE, y la pasividad con que reaccionaron la mayor parte de sus miembros, eran lo único que faltaba para poner en evidencia los extremos de degradación a los que ha sido arrastrada esa institución.
Como si eso fuera poco, lejos de salir en defensa de su propia honra y dignidad y de la institución que preside, la presidenta del TSE volvió a enlodar su investidura, ofreciendo nuevas pruebas de subordinación al presidente Morales y su más cercano equipo de colaboradores. Y, para empeorar las cosas, sus gestos de lealtad al régimen gobernante fueron acompañados de una inverosímil danza de cifras. En pocas horas, los votos favorables a la fórmula masista se multiplicaron como por arte de magia.
En medio de tan vergonzosa e indefendible situación, se alzó como una última señal de alarma la voz de Dunia Sandoval, quien sumó su renuncia a las de José Luis Exeni y Katia Uriona, los vocales que anteriormente ya habían optado por alejarse muy sigilosamente del Órgano Electoral, con la esperanza de poner así a salvo su prestigio e integridad.
A diferencia de esas dos renuncias, la de Sandoval tuvo el mérito de llegar respaldada con sólidos argumentos. Tuvo la franqueza y el valor de esgrimir cinco razones, entre las que se destaca su desacuerdo con la candidatura oficialista porque viola la Constitución. Se fue dejando un testimonio y una advertencia.
Después de esta tercera renuncia, sólo queda Antonio Costas como último exponente de lo que un día fue una institución digna de respeto, y hoy no es más que una repartición al servicio del proyecto político del MAS.
Nuestra propia historia, y más aún una ajena: la que está escribiéndose estos días en Venezuela, enseñan que la destrucción de la credibilidad del Órgano Electoral es una de las peores cosas que le puede ocurrir a un país, pues equivale a cerrar las vías de la democracia. Y eso, a su vez, abre el camino a la fuerza bruta. Razón más que suficiente para que la renuncia de quienes hoy integran el TSE, y su reemplazo por gente idónea y digna de confianza, pase a ser la causa principal de las próximas batallas por la defensa de la institucionalidad democrática.