Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 05 de febrero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En realidad, hace casi tres años que cambió el humor social, sobre todo respecto al oficialismo. La derrota del Gobierno el 21 de febrero de 2016 marca un punto de inflexión que impactó de forma negativa en el posicionamiento del principal ícono del llamado ‘proceso de cambio’, Evo Morales. Desde esa derrota, el presidente no ha podido recuperar el importante nivel de apoyo y de confianza que recibía de la ciudadanía, a costa principalmente de sus adversarios. La alta popularidad del líder del MAS tuvo hasta entonces una relación directa con la baja aprobación de los opositores. Aunque el triunfo del No en el 21-F reanimó las esperanzas de los rivales de Morales de recuperar espacios, no hubo una relación directa de causa y efecto entre el bajón de Morales y un repunte opositor en la misma proporción.
El desgaste y los errores gubernamentales aún no han sido plenamente capitalizados por los opositores. Aunque es evidente que el humor social cambió a costa del Gobierno, más que a favor de los opositores, por primera vez en 13 años surge la percepción de que las elecciones de octubre serán muy competitivas. Además, después de años, un 51% de los encuestados considera que la oposición puede derrotar al oficialismo. Antes, la percepción sobre el posible ganador de las presidenciales siempre era ampliamente favorable a Evo Morales y ahora no es tan así.
En la misma encuesta hay cierta expectativa de que los opositores se unan para enfrentar al oficialismo, pero aún es muy alta la duda de que lleguen a un acuerdo preelectoral. Un 45% de los consultados no cree que finalmente se pueda dar la unidad opositora.
Uno de los datos más relevantes para el futuro del país es que el humor social está dominado por una elevada desconfianza en la capacidad del oficialismo y de la oposición para mejorar lo que se percibe como un deterioro de la situación política, social y económica de los bolivianos. La confianza casi ciega que tenía un importante sector ciudadano en el Gobierno del MAS ha pasado a convertirse en desconfianza.
En lo que respecta a la oposición, si bien parece haber una ligera mejoría de su posicionamiento, permanece, como el MAS, castigada aún por la desconfianza ciudadana. El problema se agrava cuando se constata que un 71% de los encuestados opina que el sistema democrático está debilitado. Como se ve, el humor social, que se traduce en expectativas, no es nada favorable para el sistema político. Algo importante deberán hacer oficialistas y opositores para que no cunda el desánimo ciudadano respecto al futuro de Bolivia, que se ve muy amenazado.