Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: lunes 04 de febrero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Al margen de los resultados obtenidos, corresponde analizar el costo económico y político que dejan las primarias, especialmente para el MAS. La inversión económica de las primarias alcanzó a 27 millones de bolivianos y en el referéndum del 21F (2016) –cuyos resultados serían desestimados totalmente– se utilizaron 165,9 millones. No ocurre lo mismo con el resultado de las primarias que, en lo instrumental, cumplió su cometido de habilitar al MAS y sus candidatos para terciar en las generales del mes de octubre.
El costo político para el MAS no es nada alentador ni satisfactorio, pues ha evidenciado la frágil capacidad de convocatoria de la base militante que no participó mayoritariamente, dejando entrever además del ausentismo, el cansancio, la presión y obligatoriedad, principalmente de aquellos que desempeñan la función pública. También dejaron truncadas las expectativas del Presidente, de dar “wasca a la derecha”.
De las actas al 100%, el MAS registra un 3,91% de votos blancos y un 6,06% de votos nulos; logrando movilizar a 451.026 militantes de los 991.092 inscritos ante el TSE y que representa el 45,51%; muy lejos del 70% vaticinado por el Vicepresidente.
Sería un grave error desestimar tales resultados y, principalmente, no admitir el fiasco político en su intento de legitimar indebidamente al binomio Morales-Linera que, muy a pesar del aparato estatal del cual dispone, no tuvo la capacidad de legitimarse siquiera ante su militancia cada vez más reacia, molesta y decepcionada de su organización política. De ahí que las primarias no fueron nada auspiciosas para el MAS y menos significaron dejar atrás los resultados del 21F, que para cualquier gobierno normal hubiese constituido la sepultura de sus pretensiones de reelección; pero esta administración con soltura inmoral la desconoció mediante la aplicación preferente de derechos políticos por encima de la CPE. Pero como todo en esta vida tiene su karma, cuando una ley no está bien hecha –como la de Organizaciones Políticas– y, además empieza siendo condicionada a la coyuntura y obligatoriedad de realizar las primarias violentamente este año, de seguro se puede identificar a los grandes perdedores.
Lo cierto es que el MAS se encuentra inevitablemente transitando por
los senderos de la derrota política en unas primarias donde se las
arregló para jugar solo y perder, manipulando la constitución y la
democracia a su antojo; poniendo en vilo su propia estructura y
fortaleza electoral, recibiendo un duro revés y “un efecto búmeran” en
su intento de sepultar el 21F. La pretensión de inscribir militantes sin
mayor sentido para adular al “jefe”, los malestares internos y la
presión a los servidores públicos fueron sumatorias para el “voto
castigo” que ahonda aún más las crisis de identidad y la paranoia
persecutoria de los resultados del 27E; en un juego armado para
demostrar su poder sobre el resto, pero que solo ha evidenciado los
complejos de un partido que siempre fue
movimiento constituido segmentariamente por un indigenismo y sindicalismo
prebendal, y que no es capaz siquiera de creer en sus propios artificios.