Las llamadas “primarias” (siempre tratando de imitar al “imperio”) han mostrado resultados que, para el candidato a una cuarta reelección y para su partido han resultado decepcionantes porque “su” militancia no respondió como esperaban; una “militancia” que estuvo alejada de expectativas y seguridades (ni siquiera sólo esperanzas). Muchos empleados públicos, la mayoría obligados a inscribirse en “el partido”, como el voto es secreto, anularon su papeleta o votaron en blanco porque -como se podía prever- la militancia obligada da lugar a torcer la conciencia y someterse a voluntades o decisiones con las que no se está de acuerdo. Las pérdidas (contrarias a la seguridad de triunfos hasta del 70% de una militancia inscrita de más del millón 200 mil ciudadanos) resultó tan sólo entre el 25 y 30%.

Ahora, no corresponde “llorar sobre la leche derramada” y lo hecho muestra realidades que ni el gobierno ni su partido esperaban. Ante esto ¿cuál puede colegirse que es la reacción y convicción del pueblo? Todo quedará pospuesto hasta octubre con las elecciones generales; pero, ¿entretanto? ¿Qué correspondería? Lo que se verá seguramente es un despliegue de publicidad y propaganda por parte del candidato oficial que dispone de medios. Por su parte, ¿cuál podrá ser el papel que jueguen quienes figuran como candidatos de la oposición? Todo está por verse, porque casi con seguridad, aún la posibilidad de unir fuerzas para conseguir un solo frente será casi imposible porque hay intereses y conveniencias creados que frenan a unos y desalientan a otros.

El proceso de elecciones que sobreviene está para ser pensado; pero, lo que correspondería en todo caso es que, en los meses que hay hasta octubre, tomando conciencia de país ambos frentes, el oficial y la oposición, deberían dejar la propaganda y publicidad a sus mandos menores y ellos, en las cúpulas superiores, ver a profundidad los problemas nacionales y cada grupo, luego de estudios muy serios, honestos y responsables, sacar conclusiones y estudiar las diversas soluciones para luego formular un programa de realizaciones.

El país ya no debería estar pendiente de lo que haga o diga la política partidista, sino encarar lo que sobrevendrá para quien sea gobierno y el mismo pueblo: problemas y desafíos que será preciso encarar, previendo inclusive la cantidad y calidad de reacciones que con seguridad se producirán. Lo examinado por cada grupo -oficial y de oposición- en una reunión de conciliación general y abandonando rivalidades, rencores y resentimientos, examinar lo hecho y preparar un solo documento que será encarado o realizado por quien resulte administrador del Estado a partir de enero de 2020.

A esta altura de los acontecimientos, ya no caben reproches ni susceptibilidades, posiciones de odio y venganzas por “lo ocurrido desde tiempos de la Colonia”; ya no corresponde seguir bajo la noria de que si hizo o no hizo el gobierno en casi catorce años y menos lo pasado con otros regímenes que hicieron o no los opositores; lo que corresponde es que ambos asuman las realidades, los problemas existentes y estudien en una reunión de concertación nacional los diversos problemas y sus posibles soluciones, abandonando posiciones de soberbia y petulancia, de creer -vanamente- que cada parte tiene la razón y los remedios para todo, cuando, en conciencia, saben que si lo que dicen saber hubiese sido aplicado en el pasado de décadas y en muchos de bonanza de los años 2008 a 2014, ya todo estaría remediado y con la pobreza reducida; pero, ambas partes saben que hay mucho por hacer y corregir, muchísimo por empezar y encarar, bastante para trabajar con honestidad, honradez y responsabilidad.

Pasadas las primarias, sólo queda esperar que en todos surjan renunciamiento y conductas favorables al país; que haya propósitos para encarar lo bueno y desechar lo malo; que exista conciencia para amar bien al país -olvidando lo malo de “amarlo” con demagogia y populismo-; tomar conciencia de que todos estamos comprometidos con lo inmediato y con el futuro. Finalmente, dejarse de majaderías y petulancias a costa del pueblo que si bien soporta hasta ahora lo que sea es porque no hay institucionalidad ni vocación por servir al bien común. Es tiempo de abandonar posiciones chauvinistas o patrioteras que sólo perjudican y hasta quiebran las esperanzas.