Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 31 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Al igual que en Venezuela, donde el 80% de los ciudadanos no votó por Maduro en las últimas elecciones, Bolivia evidenció cómo hasta el 60% de los simpatizantes del Gobierno rechazan un proyecto cuando exige perpetuarse en el poder.
El nivel de abstención en las primarias de las elecciones presidenciales expuso la inconformidad no solo hacia los candidatos, sino al hecho de que fue ignorado el plebiscito donde los bolivianos votaron en contra de la reelección de Evo Morales.
“Bolivia dijo no” fue la consigna que reflejó la inconformidad de los ciudadanos frente a la candidatura inconstitucional de Morales, contra el cual los pueblos indígenas se han manifestado multitudinariamente.
Primero porque la constitución no admite que un ciudadano pueda gobernar más de dos periodos seguidos, y segundo porque los ciudadanos votaron en contra cuando fueron consultados.
Asimismo, el elevado costo de las elecciones primarias convocadas por el Gobierno de turno le costaron a los contribuyentes bolivianos, según informó el Tribunal Electoral, alrededor de USD $3,9 millones.
Aunque de los nueve partidos que participaron el de Morales fue el que más participación tuvo, 37.04% de los votos emitidos, alrededor 367.095 según el último reporte del Tribunal Supremo Electoral, se abstuvieron más del 60% de seguidores que el partido de Gobierno registró en listas que fueron presentadas ante el organismo electoral del país, semanas atrás.
Desde la oposición este disenso fue celebrado, pues expuso el rechazo a la reelección indefinida de la dupla Morales–García Linera.
Como hicieron todos los países gobernados por el socialismo del siglo XXI, el partido de Gobierno en Bolivia cambió la Constitución y el cuerpo de leyes a su favor.
Por mayoría, el partido de Gobierno, que ocupa 2/3 del parlamento legislativo, convocó por primera vez elecciones primarias de manera precipitada, de modo que la oposición no tuvo tiempo para prepararse y en su lugar hizo un llamado masivo hacia la abstención.
Dicho llamado fue respondido y no solo por sus adherentes, sino incluso entre los fieles al movimiento socialista que mostraron hartazgo por el proyecto de Gobierno.
Morales exalta la democracia en su discurso, pese a que él mismo está yendo en contra de la voluntad popular al repostularse. Asimismo, habla de un “proceso de cambio” cuando él ha impedido alternar el poder y sigue al mando.
Pero esto no es inusual entre los adherentes al socialismo, quienes dicen defender la democracia, pero respaldan dictaduras vitalicias, como el caso de Cuba.
Fue precisamente Fidel Castro quien convocó el Foro de Sao Paolo, tras la caída del Muro de Berlín que dividía al mundo libre del telón de acero que mantenía encerradas a las naciones socialistas.
Ahí, en Brasil, se reorganizó la izquierda internacional para abandonar la lucha armada con las guerrillas del siglo XX a favor de la participación democrática para la elaboración del socialismo del siglo XXI.
El continente americano se vistió de rojo. Dada la posición geográfica estratégica de Brasil, al tener frontera con todas las naciones sudamericanas, salvo Ecuador y Chile, fue la sede y el petróleo venezolano sería, literalmente, el combustible que financie la revolución.
Lula da Silva, en ese entonces un líder sindicalista, fue designado como elegido por Fidel.
Ahora Lula está preso. En Brasil gobierna la derecha y promete libre mercado, Maduro fue declarado ilegítimo, los fondos que produzca el petróleo están bajo el cargo del presidente legítimo, Juan Guaidó, y Morales ya no cuenta con el respaldo de la mayoría de los suyos.
Está en marcha un efecto dominó que anticipa la caída del socialismo del siglo XXI. Sin embargo, Morales sigue en el poder y hará todo lo posible por atornillarse a él. Y para ello utilizará todas las viejas estrategias ilegales implementadas por la izquierda a lo largo de la historia.