Medio: El País
Fecha de la publicación: jueves 31 de enero de 2019
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Dunia Sandoval se va del TSE haciendo un ruido similar al de la ex presidenta Katia Uriona y mucho más que José Luis Exeni, que abrió la lata el 1 de octubre, camuflado entre las urgencias de la derrota marítima. En su carta de renuncia hace referencia a sus convicciones éticas y democráticas y detalla las posiciones en contra que ha asumido sobre el tema de las primarias y la habilitación de Evo Morales y Álvaro García Linera. La incidencia en este punto han llevado a los presidentes de las cámaras de Diputados y Senadores – que últimamente solo comparecen juntos – a inferir motivaciones político partidarias en el accionar de Sandoval.
La renuncia llega tres días después de las controvertidas elecciones primarias y dos de las declaraciones de Evo Morales, quien en el afán de proteger a los suyos de lo que parecía un evidente fraude en la inscripción de militantes, cargó precisamente contra una mano negra, esta vez en el TSE, siguiendo su guion favorito ante las malas noticias.
El TSE electo por los dos tercios del MAS, que diseñó las Primarias y habilitó a Evo es acusado ahora de conspiración
El escenario es complejo: El Tribunal Supremo Electoral fue seleccionado minuciosamente en la Asamblea Legislativa Plurinacional, que es controlada en sus dos tercios por el Movimiento Al Socialismo (MAS) por las cosas de la democracia y lo fácil que lo pusieron los opositores en 2014 es ahora señalado incluso por el MAS como un ente conspirador.
Un Tribunal Electoral que ni siquiera quiso dejar en manos del Tribunal Constitucional Plurinacional – de nuevo – la interpretación sobre la habilitación de Evo Morales y Álvaro García Linera, asumiendo en sus costuras el desgaste de la decisión, es señalado ahora como un operador contra el binomio presidencial.
Un Tribunal Electoral que apuró la Ley de Partidos incluyendo Primarias y la presentó en plazos suficientes para que el MAS los acomodara a sus necesidades estratégicas de alejar lo más posible el debate de la legitimidad de las fechas decisivas es señalado ahora como falsificador de la democracia.
Por poco creíble que parezca el relato del MAS, lo cierto es que entra en colisión de susceptibilidades con la oposición, que desde el nombramiento no ha dejado de golpear al árbitro poniendo en cuestión toda su credibilidad.
El resultado es sencillo a ojos públicos: nadie cree ya en el Tribunal Electoral y sea cual sea el resultado de octubre, será cuestionado por la otra parte. La realidad es más compleja; cuestionado en la credibilidad y sin posibilidades de recuperarla, los vocales se vuelven vulnerables, eso suponiendo que todo no es parte de una misma estrategia, lo que es mucho suponer.
La política y sus miserias están haciendo estragos en la población boliviana, cada vez más desapegada del proselitismo y más conscientes de su rol y de su poder. En un país en el que el voto es obligatorio y que vive una especie de adormecimiento idílico con la recuperación del neoliberalismo con retórica revolucionaria, la solución va a pasar por las ánforas. Con un TSE fuera de juego, el control social del voto será el único método viable para respetar la voluntad popular, sea la que sea.