Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 29 de enero de 2019
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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No podrán negar que hicieron todo lo que estaba a su alcance para mostrar setecientos mil, medio millón de votos, cuando menos, que apoyarían a su binomio en la votación del domingo 27. Dirán cualquier otra cosa –ya han empezado a hacerlo– en plan de que olvidemos sus fanfarronadas, pero no podrán esconder las evidencias de que utilizaron toda la tienda de caramelos, comenzando con la oferta de seguro de salud para todos, y las advertencias y latigazos para movilizar la obesa cifra de militantes que inscribieron en los registros de su Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Pero, más allá de las explicaciones que den y los argumentos que inventen, está patente, descarnado e implacable, el desánimo de su base, el hartazgo con el cinismo de sus dirigentes, en los tristes números que cosecharon, tanto como en el desgano o la tristeza de los que fueron a votar, obligados en su mayoría.
Esto se entiende sin dificultad porque los afiliados e inscritos que no concurrieron a las ánforas y una parte de los que cedieron a las presiones no acceden a los privilegios de los operadores políticos y menos a los que gozan, quienes encabezan las fórmulas, ya sea del partido o de las organizaciones sociales que usa de apoyo. Ellos saben que las fábulas que el Vice se inventa sobre esa fantástica y precaria nueva clase media - que habría pasado, en una década, de la estrechez a una súbita abundancia, con vivienda, automóviles y educación superior incluidos –es sólo otra especulación fantasiosa de una afligida mente, que ahora se equivoca hasta en la aritmética básica–.
Ellos ya no se entusiasman ni con la promesa de enormes y demoledoras obras, ni con nuevos seguros o bonificaciones. A ellos no les llega el optimismo de los grandes empresarios que están recibiendo subvenciones a los combustibles y el etanol, ni la certeza de que el Gobierno está ya muy cerca de autorizar sin restricciones los transgénicos, porque ya accedió a programar la tala de 10 millones de hectáreas. Tampoco comparten las expectativas de los altos funcionarios que administran contrataciones de obras y que usan a fondo las prerrogativas del poder.
Esos más de 2/3 de afiliados del MAS que no apoyaron al binomio comparten cotidianamente con los millones de desencantados y con los que nunca fueron seducidos las penurias de una sanidad pública miserable, una educación en quiebra y el naufragio de la justicia.
Allá están las causas de los resultados, que simplemente siguen la tendencia impuesta desde la derrota de febrero de 2016 y el anuncio de la qué les espera en octubre.
Se ha ratificado el peor temor de los jerarcas que ocupan el nuevo Palacio y de los halcones, o rottweiler, que los custodian: la única campaña que les resta es la del miedo, la de amenazar, con la incertidumbre y con la estupidez de opositores que esgrimen como programa un ajuste estructural, muy parecido al que el MAS prepara y oculta para poder instrumentar su agenda 2025 de deuda, devastación y dependencia.
Los resultados del 27 de enero inducirán a que muchos electores piensen que bastará votar en las nacionales contra el continuismo, que no es posible ni necesario continuar impugnando la candidatura ilegal e ilegítima del oficialismo; cuando, en realidad, es indispensable reanimar la movilización social con objetivos precisos.
El primero es lograr la remoción del TSE, cómplice abierto de la patraña de las primarias y, quizás, la principal carta del régimen para tratar de fabricarse una victoria en las elecciones de octubre. Ese indigno tribunal, que sólo garantiza nuevas tretas y manipulaciones, debe ser sustituido por vocales que no estén subordinados al Ejecutivo y sus ciegos votantes del Legislativo.
La lucha por el respeto de la voluntad soberana y la recuperación democrática se anuda con la denuncia de la gran falsificación que encierra la falsa promesa del SUS y de todas las acciones y omisiones concretas del régimen que empeoran nuestras precarias condiciones de vida.
La salida del TSE y también del TCP, cuyo fallo contra la Constitución y la soberanía popular por el binomio oficialista abrió la puerta a la arbitrariedad, son hoy puntos clave de la resistencia.