Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: martes 29 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Durante los días previos, quienes escriben los tuits que se publican a nombre del presidente Evo Morales repitieron una y otra vez una idea principal. “Ante el 21-F de la mentira, el racismo y la provocación antidemocrática, se impondrá el 27-E de la verdad, la tolerancia y la revolución democrática. El pueblo abrirá con su voto un nuevo ciclo de cambio por un presente y futuro seguros. Atrás quedará el 21-F del pasado oscuro”, se publicó el miércoles 23.
Era tanta la esperanza que los conductores del MAS tenían en los resultados del pasado domingo, que llegaron a ensayar juegos de palabras aparentemente ingeniosos sobre que el 27-E dejaría atrás, haría olvidar, todo el simbolismo concentrado alrededor del 21-F.
Si menos del 50 por ciento ya era reconocido como motivo de preocupación, es probable que el 40 por ciento de votación masista sea causante de algo muy parecido al pánico. Más aún si se considera que a esa cifra se debe descontar un porcentaje relativamente alto de votos blancos y nulos (más de 10 por ciento), los que ya no pueden ser interpretados como simple indiferencia sino como un explícito rechazo al binomio Morales - García Linera.
Desde el punto de vista del oficialismo, el panorama se pinta aún peor si se desmenuzan ciertos detalles que están por detrás de las cifras. Es el caso de Cochabamba, por ejemplo, donde la participación estuvo muy por encima del promedio nacional (51,2 por ciento), lo que se explica por el sólido control que el aparato orgánico del MAS tiene sobre la población del trópico cochabambino. Un control que, por lo que se ve, el MAS ha perdido en el resto del territorio nacional.
Paradójicamente, a pesar de lo elocuentes que son esas cifras y de los lejos que están de las expectativas que las precedieron, las primeras reacciones de los estrategas del MAS han consistido en la sistemática negación de la realidad. Se esmeran en buscar motivos de triunfalismo donde solo hay pruebas de un fracaso. Pésima manera de afrontar los problemas pues sólo puede conducir a persistir y reincidir en el error.