Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 27 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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A ningún partido le interesó aprovechar esta ocasión para democratizarse. La precipitada aprobación y promulgación de la Ley de Organizaciones Políticas sirvió como salvavidas al MAS, ya que diluyó las crecientes movilizaciones callejeras de defensa del 21-F y desvió la atención de los opositores hacia la competencia electoral. Sagazmente el oficialismo aprovechó la oportunidad para recuperar la iniciativa política que cedió el año pasado, sobre todo a las plataformas ciudadanas. De paso, aprovechó la norma propuesta por el TSE para obligar a que sus rivales salten al ring electoral con casi un año de anticipación. Habiéndolos identificado, el Gobierno tiene mucho tiempo para combatirlos, dividirlos y desgastarlos, como lo empezó a hacer en el último trimestre de 2018.
La hábil maniobra política, apuntalada por las primarias de hoy, avanza a pasos acelerados. Incluso cuenta con la conducta funcional de los vocales electorales y de organismos internacionales como la OEA, que con su misión de observadores valida un proceso desvirtuado.
Lo que nació mal termina mal. Se lo puede constatar en la convocatoria a las primarias, sus plazos y sus resultados. Casi todos los partidos improvisaron la inscripción de militantes y hasta la designación de sus candidatos.
Ni qué decir de alguna alianza, sobre todo de la oposición, que avanzó y fracasó a último momento. Otro escándalo marcó al padrón de militantes, por el destape de irregularidades como el registro de ciudadanos que nunca estarían en un partido o que insólitamente aparecieron en las listas de los adversarios.
Es tan pálido el proceso, que ni siquiera el oficialismo contagió su flojo entusiasmo proselitista. Varios militantes del MAS posiblemente acudan a votar porque están obligados por el Gobierno. Lo paradójico es que las primarias, que se pensaron para instalar la democracia interna en los partidos, servirán esta vez para que el binomio del MAS suavice su falta de legitimidad. Al final de la jornada probablemente volveremos a presenciar un ostentoso show político, sin sorpresas ni sobresaltos, pero con la costosa pérdida de una inmejorable oportunidad para reanimar nuestra débil democracia. Ni qué decir del despilfarro estatal de casi Bs 27 millones, que debieron destinarse a otras prioridades del país.