Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 25 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Hay que recordar que, aún siendo el patriarcado el cimiento emocional del Presidente, se ha convertido también en su estructura política y su certeza social. Por tanto, nuestro Presidente es muy macho: porque ha nacido y vive patriarcalmente; porque la mujer es un objeto de conquista desechable; porque entiende y practica la política como una guerra de aniquilación del enemigo; porque el Presidente debiera ser sujeto de adoración. Su machismo emocional ha contaminado su conducta política y su práctica social. Y la de todos los que lo rodean.
En el muy próximo futuro –en su impotente jubilación– delirará con seguir siendo el más macho. Porque ese será el momento en el que un delirio como “Cuando voy a los pueblos, quedan todas las mujeres embarazadas y en sus barrigas dice Evo cumple”, se revelará como lo que es: una contradicción entre la fertilidad física y la esterilidad política. O el momento de la confesión de su obsesión: “Sólo una cosa estaba mal, ¿saben por qué no he bailado? (Porque) las hermanas cholitas estaban con calza, está mal eso. Hermano diputado, hermano alcalde, la próxima si quieres hacerme bailar (las cholitas) sin calza, por si acaso”, se revelará como la fijación con la potencia sexual que es también una abierta declaración de impotencia.
Por eso, desesperado ante la contaminación que degrada la política gubernamental, su profeta bachiller advierte: “No lo abandonen, si no tiene apoyo regresarán los gringos, regresarán los vendepatrias, regresarán los asesinos y a las wawas les van a quitar todo y no va a haber destino. Va a haber llanto y el Sol se va a esconder, la Luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros, no se olviden”. Si Evo es el más macho –“virtud” a la que aspiran todos los déspotas que en el mundo hubo y hay–, ese machismo debiera alcanzar el paroxismo para intentar eternizarse cuando todo anuncia su desaparición.
El más macho entre los machos no debe ser humano, sino divino. Porque si no fuera dios, siempre aparecería alguna competencia de quién la tiene más grande –Trump o Bolsonaro, por ejemplo, quisieran ese título de salvadores para sí mismos–. Para asegurarse el “privilegio” del más macho, Evo debe ser divinizado. Ahora lo sabemos por obra y desgracia de cierto alcalde chapareño: “El presidente Evo es mandado por Dios y, como Dios (lo) mandó a esta Tierra para gobernar, … yo entiendo (que) se va a quedar con nosotros definitivamente”.
Pero como no hay mal que dure 100 años ni pueblo que lo soporte, y el más macho lo huele y sus adoradores lo intuyen, manipulan la inmortalidad para no perderse como grano de arena en el desierto de su propio despotismo. Ya tiene un museo, un himno y ahora quiere oraciones: “Pedí a la Ministra de Comunicación que haga un librito de todas las poesías que hemos escuchado, algunas son composición de los mismos estudiantes, felicito esa iniciativa”.
Y quiere historia divina, no historia democrática: “lo que ha hecho el presidente Evo Morales, en su gobierno de 13 años, ingresa como parte de la historia, no ingresa como hitos del MAS”. El culto a la personalidad ha sido transformado en narcisismo por el propio dios con pies de barro.
Sí. Evo es el más macho. Esa conducta patriarcal, despótica y narcisista ha contaminado todo. Porque sólo a un tirano se le podría ocurrir que el machismo es una virtud divina. Y, como no hay nada más alto, ha comenzado la caída. Ahora está terminando de cavar con sus propias manos su propia sepultura.
es ensayista.