Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 25 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En primer lugar, las elecciones de pasado mañana son innecesarias y absurdas, unas elecciones (primarias o no) en la que los electores y electoras sólo tienen una opción a la hora de votar. Que se sepa, eso no ha ocurrido nunca en elecciones primarias de ningún país. ¿Qué sentido tiene ir a votar cuando la candidatura es única y por tanto su “triunfo” está asegurado, con o sin electores? Ridículo internacional… Y la teoría de la “musculatura” lo único que hace es reforzar el ridículo.
En segundo lugar, porque esas elecciones dice que van a costar 27 millones de bolivianos, mientras en el hospital de Warnes un recién nacido acaba de morir quemado por estar en una “incubadora” artesanal e improvisada, por citar sólo un trágico ejemplo de lo que es nuestro sistema de salud (con o sin SUS), el cual requiere la inversión de muchos más millones de bolivianos (los que se malgastan y los que no se priorizan).
Y en tercer lugar por la deprimente ausencia de perspectivas para el país. Se nos presentan nada menos que nueve partidos con sus respectivos binomios. Pero repasando su composición –y sus siglas– nos encontramos con que unos lo que nos producen es pena (caso del Tercer Sistema, o de PAN-BOL, o del FPV, todos carentes de programa y de perspectivas); otros nos provocan repulsión por su oportunismo e inconsecuencia (caso del MNR, sobre todo por su candidato a vicepresidente; caso del PDC y de UCS, oportunismo puro y vacío ideológico; caso de Bolivia dice No, por su deprimente ideología de derecha).
Es evidente que todos esos partidos están de más y que sólo sirven para desprestigiar todavía más estas primarias que ya nacieron sin prestigio alguno.
En realidad sólo dos candidaturas tienen perspectivas reales, pero que igualmente resultan deprimentes por otras razones. La del MAS, porque es inconstitucional, por tanto ilegítima, pero que, además, está expresando las graves consecuencias del exceso de poder (ahí está esa investigación realizada en diferentes universidades de Norteamérica y de Europa, y que en castellano se titula El poder crea daño cerebral) y, a partir de lo vivido en estos últimos años, no hay motivo alguno para esperar que un cuarto gobierno del MAS revierta la inconsecuencia del actual gobierno respecto de sus alentadoras y novedosas propuestas iniciales.
Y la última candidatura opositora –la de Comunidad Ciudadana–, que es la única que podría superar al binomio oficialista, nos propone como presidente a un hombre sin duda inteligente, profesional, estudioso y que se expresa muy bien, pero que ya demostró que no sabe qué hacer en el cargo al que nuevamente aspira, dotado sin duda de sanas intenciones, pero carente de un real programa de gobierno.
O sea que el horizonte se presenta desolador. Ocurra lo que ocurra este domingo, las perspectivas son sombrías y para colmo dentro de un contexto internacional cada vez más desfavorable (y donde no vale echarles la culpa a las fuerzas de derecha; la responsabilidad histórica está en la inconsecuencia de las fuerzas de izquierda).
Pero en Bolivia nunca se sabe lo que puede pasar. Recordemos lo que vivíamos en 1999, crisis absoluta (tanto económica como política, peor que ahora), cero esperanzas, cero perspectivas, y de pronto se produce inesperadamente la Guerra del Agua en Cochabamba –sumada a la sorpresiva IV Marcha Indígena de tierras bajas– y de pronto se ilumina el horizonte…
¿Quién sabe? Estemos atentos. Y dejemos el pesimismo para otro momento…
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.