Medio: Opinión
Fecha de la publicación: miércoles 23 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia comunitaria
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Como sabemos, en nuestro país existe la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales Originarios de Bolivia, quienes son quechuas y aymaras, migrantes de tierras altas a zonas subtropicales, es decir, a tierras bajas, donde existen otras culturas bolivianas. Estos movimientos interculturales, como se los conoce, pasaron muchas dificultades por haber sido presos de grandes promesas, principalmente de tierras donde cultivar. En muchos casos, ellos señalan que “están regresando a sus tierras que antes de la colonia formaban parte de los pisos ecológicos de aymaras y quechuas”. En ese entendido, muchas veces se suscitaron conflictos entre ellos y los indígenas de tierras bajas, quienes se vieron invadidos por los citados interculturales.
Nuestra Constitución en su artículo 98 puntea: “La interculturalidad es el instrumento para la cohesión y la convivencia armónica y equilibrada entre todos los pueblos y naciones y que tendrá lugar con respeto a las diferencias y en igualdad de condiciones”.
Por lo anterior, sería interesante señalar que la interculturalidad como concepto, práctica y proceso, evidentemente es el contacto e intercambio entre culturas en condiciones de igualdad. No obstante, este contacto debe construirse no solo en términos étnicos, sino a partir de la relación, comunicación y aprendizaje entre personas de diferente pensamiento, formas de ser, valores, tradiciones, lógicas y racionalidades distintas, precisamente para cimentar y propiciar el respeto y el desarrollo pleno de todos los individuos por encima de sus diferencias culturales u otras opciones, ya sean religiosas, sexuales, identitarias, etc.
En tal sentido, la interculturalidad más que sustantivo o palabra es una acción continua. Es una actitud totalmente opuesta al etnocentrismo, el mismo que mira, interpreta y sostiene la realidad bajo sus parámetros culturales, religiosos, éticos, lingüísticos y de conocimiento. De modo que una persona etnocéntrica o la actitud etnocéntrica es totalmente negativa para lograr sociedades justas y equilibradas.
Ahora bien, en nuestro Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías, ¿existirá la interculturalidad o será simplemente un saludo a la bandera?
Finalmente, si bien la interculturalidad se la podría asumir desde la perspectiva de los derechos humanos, en nuestro país el concepto se lo usurpa simbólicamente para alentar las discrepancias del adolescente Estado Plurinacional, vulnerando derechos de indígenas, campesinos y citadinos en diferentes dimensiones y estamentos.