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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 20 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Considerándose la “última reserva moral del mundo”, prometieron imponer una “nueva forma de hacer política”, erradicando la corrupción, la prebenda, el clientelismo y el patrimonialismo; todos esos males que desencadenaron el desgaste y el fin de los partidos tradicionales. De aquella fecha histórica, el 22 de enero del 2006, donde se anunciaba el albor de una nueva época: queda solo desilusión y falsas promesas. Los segmentos sociales, sobre todo los citadinos, que apoyaron la llegada al poder de Evo Morales y el MAS, han corregido su juicio y conocimiento al advertir que el mandato habría sido aprovechado para el enriquecimiento de una voraz elite cleptocrática, que pisotea las leyes y envilece la democracia. Por ello, Evo Morales y el MAS, tras trece años en el poder, son objeto de crecientes expresiones de rechazo, sobre todo, después del 21F; el punto de inflexión.
Donde se extravía, entonces, y como se pervierte el “proceso de cambio”? Confluyen, ciertamente, un conjunto de factores. Sin embargo, el factor central, desde nuestra óptica, reside en la concentración y acumulación de poder, en grado superlativo. Aunque, en un primer momento fue indiscutiblemente legítimo.
Como sostiene Raymon Aron, “todo poder corrompe, pero el poder absoluto, corrompe absolutamente”. Ese desenlace, fatalmente, sucedió con la nueva oligarquía masista, que comanda y conduce el proceso de cambio.
Esta concentración y acumulación de poder se inicia con los resultados de las elecciones de octubre del 2009, donde logran dos tercios en el poder legislativo. Nunca antes ningún régimen democrático había acumulado y concentrado tanto poder. Intoxicados por este, comenzaron a desviarse de su ruta original.
Pues bien, esa inédita concentración de poder, más el súper ciclo de la economía mundial que había generado un periodo (2009-2014) de extraordinaria y descomunal bonanza económica, acabo aturdiendo a la cúpula gubernamental, que pierde la visión de una buena e histórica gestión; priorizando, por encima de todo, la gestión del poder. La agenda política gubernamental se convierte entonces en una agenda esencialmente electoral, con miras a la reproducción permanente del poder.
Con ese norte y excepcional fortuna -pues ningún gobernante en la historia del país tuvo en sus manos semejante bonanza económica y acumulación del poder- encaran las elecciones generales del 2014. Su objetivo no solo era ganar, sino, fundamentalmente, garantizar por segunda vez la mayoría calificada. La idea era contar con la “llave” que les permitiría abrir los “candados” de su propia constitución, de cara a una nueva re-re-repostulación. Para ello, al mejor estilo neocorporativista, a través del intercambio cínico de recursos, cooptan a líderes y dirigentes de los “movimientos sociales”, la Central Obrera Boliviana (COB), Cooperativistas Mineros, Confederación Nacional de Juntas Vecinales y Transportistas, entre otros.
Logrando estructurar, sobre la base de estos “intercambios” una poderosa maquinaria electoral. Esos “intercambios”, acabarán corrompiendo también a todos esos líderes y dirigentes. El desenlace del ex FONDIOC, ilustra patéticamente este proceso. El inédito e inmenso excedente económico, también objeto de estos “intercambios”, no tiene destino eficiente y productivo; pues voluminosas “inversiones” son dirigidas a grandes proyectos “elefantes blancos”.
Atrapados por esa obsesión de poder, apresuradamente, apenas un año después del inicio de su nueva gestión de gobierno, convocan, desnudando sus verdaderas intenciones, al Referendo del 21F. El resultado es funesto para sus objetivos.
Desde ahí, diríamos, comienza su debacle, pues obsesionados con la reproducción del poder, despliegan una serie de atropellos, abusos y arbitrariedades; violando la propia constitución. En aquella intención de aferrarse al poder, “todo vale”; dejando entrever una peligrosa deriva autoritaria.
Hoy, trece años después, esa obsesión por el poder ya no persigue nada del discurso y los objetivos iniciale., El poder se habría convertido entonces, ya no en un medio, sino, esencialmente, en un fin. Ahí estriba la perversión.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón