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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: domingo 20 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Pero la soberbia llega al punto en que hay personas que se creen capaces de modificar el desarrollo de la naturaleza. Los políticos, por caso, con sus “leyes”, coactivamente impuestas vía el monopolio de la violencia estatal, quieren desviar el desarrollo natural, espontáneo, del cosmos hacia la vida. Como señalaba Aristóteles, la violencia es, precisamente, aquello extrínseco al orden natural que entorpece su curso espontáneo. Como cuando un ladrón se queda con el dinero de una persona que no pensaba dárselo naturalmente. Y así destruye, porque evita el desarrollo espontáneo de la vida. Como los gobiernos cuando cobran impuestos que las personas no pretendían entregar creando pobreza, ya que las empresas, por caso, los pagan bajando salarios o subiendo precios.
Julius Probst, historiador de la Universidad de Lund, con base en el libro Factfukness (de Hans Rosling), asegura que, según la evidencia empírica, el mundo mejora. Y dice la verdad, ya que resulta evidente que el cosmos progresa, de suyo, a pesar del miedo que nos lleva —como reacción primaria— a ser violentos, como al pedir represión para los delincuentes, que nos asustan, en lugar de buscar una solución realista y de fondo al delito.
Dice Probst que durante la Revolución Industrial, la esperanza de vida promedio en Europa era de 35 años debido a enfermedades entonces incurables, entre otras cosas. Hoy se superan los 80 años. Estados Unidos y Europa crecieron cerca de 2% anual durante los últimos 150 años logrando que los ingresos personales se duplicaran cada 36 años. China e India, vienen creciendo durante las últimas décadas a un ritmo más alto.
Cada día, continúa Probst, unas 200.000 personas en el mundo salen de la pobreza. Hoy “la mitad de la población mundial puede ser considerada clase media”. Y cada vez hay menos conflictos. “La primera mitad del siglo XX fue especialmente sangrienta, con dos guerras mundiales... (pero ahora) por primera vez en toda la historia no ha habido guerras ni conflictos en Europa Occidental en tres generaciones”, resume Probst.
Ahora bien, como su estudio pretende ser solo empírico —sin una tesis coherente que lo explique— comete algunos errores en la descripción de la realidad. Así, asegura que el índice de natalidad está cayendo y eso sería bueno. Según la ONU, la población mundial se estabilizará en unos 11.000 millones a fines del siglo XXI. Pero la proyección de la ONU no es creíble, y la teoría implícita es incoherente. El progreso se mide en mejoramiento —desarrollo— de la vida, entonces, es contradictorio afirmar que este desarrollo conlleva una “estabilización” en la vida. Y, por cierto, no hay de qué preocuparse, porque el planeta produce más alimentos que los necesarios y la producción aumenta, según la FAO. El hambre se debe a problemas de distribución creados, precisamente, por los políticos y sus trabas antinaturales al comercio y el transporte.