Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 21 de enero de 2019
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Democracia paritaria
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Se ha reconocido ampliamente, a escala nacional e internacional, el camino recorrido en Bolivia para superar la subrepresentación política femenina. No es un dato menor que hoy tengamos paridad de género en los órganos legislativos. Sin embargo, este indudable avance tropieza con murallas en los órganos ejecutivos, donde las mujeres tienen escasa presencia, así como en las organizaciones políticas. Es crítico también el muy elevado número de casos de acoso y violencia política hacia las mujeres.
A reserva del debate sobre las polémicas elecciones primarias, la Ley de Organizaciones Políticas contiene importantes previsiones para impulsar la participación política de las mujeres. Una de ellas es el reconocimiento de la democracia paritaria. Ello implica no solo garantizar el 50% de candidatas mujeres, sino también paridad en las dirigencias partidarias, en sus representaciones, en sus espacios de deliberación y decisión. Claro que la brecha entre la norma y su ejercicio suele ser profunda.
Muestra de ello fue el encuentro de la oposición, que evidenció sin atenuantes la exclusión sistemática de las mujeres. Dirigentes cívicos del país, activistas y partidos opositores se reunieron en Santa Cruz a fin coordinar su agenda política para este decisivo año electoral; nada menos. Tanto la reunión como el acuerdo suscrito fueron cosa de hombres. ¿Democracia paritaria? ¿Derechos políticos de las mujeres?, para nada. Está tan naturalizada la ausencia de mujeres que ni se dieron cuenta.
La foto emblema del evento, como testimonio, es elocuente: 25 hombres, una sola mujer. Así no hay paridad posible. Y sin paridad entre mujeres y hombres, sin igualdad de condiciones y de resultados, sin transformación de las relaciones de poder, sin responsabilidades compartidas (tanto en el ámbito público como en la vida privada), la democracia está mutilada. El hecho, que no es excepcional sino más bien expresa la regla, no pasó desapercibido. Y generó crítica. Faltaron también jóvenes e indígenas.
Más allá del simbólico episodio, quedan la necesidad y el desafío. ¿Cómo avanzar en una democracia que además de intercultural sea paritaria? Una buena señal sería que todos los partidos asuman un compromiso público. No será suficiente, claro, como no bastan leyes ni discursos. Tampoco sirve que ahora los candidatos se saquen fotos con cuanta mujer encuentren a su paso. O que persistan inaceptables “bromas” machistas. O que se compren el absurdo de la “ideología de género”. Sin paridad, no hay democracia.