Medio: ANF
Fecha de la publicación: miércoles 16 de enero de 2019
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Existe un pánico colectivo en la mayor parte de Latinoamérica respecto a los casos icónicos de democracias venidas a menos, Cuba, Nicaragua y por supuesto Venezuela. Esta última ha despertado más que alertas en los diferentes países de la región, que esta vez han formalizado su rechazo luego de la posesión de Nicolás Maduro por un segundo mandato. No solo países como Colombia, Argentina, Paraguay, Estados Unidos han mostrado su rotundo rechazo al gobierno venezolano sino también organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE) han desconocido públicamente cualquier legitimidad a Nicolás Maduro. El cerco diplomático se configura y contar solamente con el apoyo de países como Cuba, Nicaragua o Bolivia no da garantías a Venezuela de poder sortear aguas tan turbulentas.
Contenido
Lo cierto es que Bolivia ha mostrado ciertas semejanzas con el régimen venezolano, en cuanto instaurar un control sobre las voces disidentes, perpetuar al líder aún por encima de la propia Constitución, cooptar todas las instituciones que podrían suponer una férrea oposición a su agenda de poder. Sin embargo, el día de hoy pretendo analizar el descalabro económico venezolano y compararlo con la realidad boliviana, ¿realmente estamos al borde de llegar a un escenario como el de Venezuela?
Para empezar, debemos caracterizar rápidamente los hechos más relevantes acerca de la economía venezolana; tras la llegada de Hugo Chávez en 1998 la economía nacional fue encarrilada rápidamente a una maquinaria acorde a la voluntad del líder, conforme fueron cayendo las instituciones independientes el poder se concentraba entorno a una sola persona. Los precios del petróleo comenzaron a elevarse desde la toma del poder de Chávez desde 12,28 dólares americanos por barril de petróleo hasta la época dorada entre los años 2005-2008 donde llegaron a los 94,1 dólares americanos por barril que coincidieron con el periodo más agresivo del Proyecto “Socialismo del Siglo XXI” en Latinoamérica.
La coincidencia antes mencionada responde principalmente al hecho que el petróleo dentro de la matriz de exportaciones de Venezuela sorprendentemente representa un 95% en años de precios altos de commodities y un 65% en periodos de “vacas flacas” con precios bajos. Es decir, el sector hidrocarburos en sus peores momentos de cotización tenía la misma participación que el sector industrial en condiciones normales. (Nueva Sociedad, marzo-abril 2018); el solo hecho de saberse dependiente de la actividad petrolera dio luz verde al desmonte progresivo del aparato productivo e industrial venezolano a manos del mandatario caribeño.
La muerte de Chávez en 2013 vino acompañada con una caída en los precios del barril de petróleo para el año 2014, esto no favoreció para nada una política de asistencialismo que debía mantenerse, ahora Maduro, el sucesor de Chávez, sin la capacidad de liderazgo y mando tanto dentro como fuera del Ejercito bolivariano vio como aquella fuerza amalgamada por Chávez se desmoronaba dando pie al surgimiento de varias facciones o sectores con protagonismo propio.
La alta inflación (2.880,8% al año 2018 según estimaciones del FMI), incrementos desmedidos del salario mínimo nacional a partir de la impresión de moneda no orgánica (463.502% en el periodo Enero 2008 - Junio 2018) y el constante acoso a la empresa privada en Venezuela han terminado por mantener al país totalmente dependiente de las importaciones, es el Gobierno Nacional el encargado de proveer de bienes y servicios a toda su población, lamentablemente al no tener la fuerza de coercitiva de Chávez varios sectores de poder del propio Gobierno han apelado a enriquecerse a dos manos por medio de importaciones fraudulentas, venta de divisas con un tipo de cambio subvencionado, mercados negros de bienes, entre otros. Maduro por su lado se encuentra desbordado por la corrupción en su Gobierno sin la posibilidad de poder regular sus dinámicas tan imprevistas, esta es la diferencia entre gobernabilidad y un caos en lo restos de institucionalidad vigentes en Venezuela.
Ahora bien, la pregunta que todos se hacen ¿Bolivia llegará a tener el mismo destino de continuar el proyecto Morales? Pues bien, desde el punto de vista estrictamente económico podemos señalar grandes diferencias entre ambos países. Para empezar Bolivia no depende de los hidrocarburos tal cual lo hace su par caribeño, estamos hablando que los ingresos por concepto de IDH y Regalías ascendieron a 16.947,64 millones de dólares americanos (periodo 2006-2014), mientras que los ingresos provenientes de la Recaudación Tributaria, para el mismo periodo, ascienden a 35.412,63 millones de dólares americanos (109% superior a los recursos provenientes de los hidrocarburos); debemos recordar que este periodo fue el considerado como de bonanza en nuestro país, consecuencia de los precios record por barril de petróleo (61 dólares americanos en 2006 a su pico en 2013 de 105,87dólares americanos, precio medio OPEP).
Por tanto, tener un comportamiento similar al venezolano respecto a la empresa privada sería un suicidio, puesto que nosotros a diferencia de Venezuela no somos la 1ra reserva más importante de petróleo en el mundo, Bolivia tiene apenas 10,7 TCF de reservas probadas de gas (Sproule, 2018), que alcanzarían de acuerdo a su índice de vida para los siguientes 14,7 años. La recaudación tributaria da de comer a este gobierno, tanto es así que seguimos manteniendo las viejas leyes del sistema tributario del año 1987, el cual tras 13 años de haber ostentado el poder se mantiene más vigente que nunca.
El control de los precios, restricción a las exportaciones y control de la venta de divisas son tácticas que el Gobierno boliviano a tratado de usar como medios para mantener aliados importantes en varios sectores de la economía, y no así como políticas económicas para frenar problemas de convulsión social tal cual lo hizo Maduro en Venezuela que por ejemplo ha tenido que financiar sus programas asistencialistas (Bonos, Créditos Productivos a Bajas Tasas de Interés, Incrementos en el Salario Mínimo, Tipo de Cambio Subvencionado) a partir de la impresión de dinero sin ningún tipo de respaldo tal que para el periodo 1999-2018 la base monetaria de Venezuela creció en un 2.500.000%.
Si bien el Gobierno de Morales ha sido más cauto en ese sentido, ha incrementado peligrosamente la deuda externa y la deuda interna, que al unificarlas llegan a representar alrededor de 56% del PIB nacional (aproximadamente unos 22.680 millones de dólares americanos, tomando como ciertas las cifras dadas a conocer por el propio Morales donde anunciaba que el PIB 2018 fue de 40.500 millones de dólares). Venezuela apela al petróleo como garantía que le permite hipotecar su futuro a base de endeudamiento, Bolivia por otro lado no tiene actividad económica de similares características que garanticen un flujo continuo de dividendos para las arcas públicas, la fragilidad de nuestra economía demanda al Gobierno negociar en base a intereses comunes con los sectores estratégicos del empresario privado en Bolivia.
Para empezar, debemos caracterizar rápidamente los hechos más relevantes acerca de la economía venezolana; tras la llegada de Hugo Chávez en 1998 la economía nacional fue encarrilada rápidamente a una maquinaria acorde a la voluntad del líder, conforme fueron cayendo las instituciones independientes el poder se concentraba entorno a una sola persona. Los precios del petróleo comenzaron a elevarse desde la toma del poder de Chávez desde 12,28 dólares americanos por barril de petróleo hasta la época dorada entre los años 2005-2008 donde llegaron a los 94,1 dólares americanos por barril que coincidieron con el periodo más agresivo del Proyecto “Socialismo del Siglo XXI” en Latinoamérica.
La coincidencia antes mencionada responde principalmente al hecho que el petróleo dentro de la matriz de exportaciones de Venezuela sorprendentemente representa un 95% en años de precios altos de commodities y un 65% en periodos de “vacas flacas” con precios bajos. Es decir, el sector hidrocarburos en sus peores momentos de cotización tenía la misma participación que el sector industrial en condiciones normales. (Nueva Sociedad, marzo-abril 2018); el solo hecho de saberse dependiente de la actividad petrolera dio luz verde al desmonte progresivo del aparato productivo e industrial venezolano a manos del mandatario caribeño.
La muerte de Chávez en 2013 vino acompañada con una caída en los precios del barril de petróleo para el año 2014, esto no favoreció para nada una política de asistencialismo que debía mantenerse, ahora Maduro, el sucesor de Chávez, sin la capacidad de liderazgo y mando tanto dentro como fuera del Ejercito bolivariano vio como aquella fuerza amalgamada por Chávez se desmoronaba dando pie al surgimiento de varias facciones o sectores con protagonismo propio.
La alta inflación (2.880,8% al año 2018 según estimaciones del FMI), incrementos desmedidos del salario mínimo nacional a partir de la impresión de moneda no orgánica (463.502% en el periodo Enero 2008 - Junio 2018) y el constante acoso a la empresa privada en Venezuela han terminado por mantener al país totalmente dependiente de las importaciones, es el Gobierno Nacional el encargado de proveer de bienes y servicios a toda su población, lamentablemente al no tener la fuerza de coercitiva de Chávez varios sectores de poder del propio Gobierno han apelado a enriquecerse a dos manos por medio de importaciones fraudulentas, venta de divisas con un tipo de cambio subvencionado, mercados negros de bienes, entre otros. Maduro por su lado se encuentra desbordado por la corrupción en su Gobierno sin la posibilidad de poder regular sus dinámicas tan imprevistas, esta es la diferencia entre gobernabilidad y un caos en lo restos de institucionalidad vigentes en Venezuela.
Ahora bien, la pregunta que todos se hacen ¿Bolivia llegará a tener el mismo destino de continuar el proyecto Morales? Pues bien, desde el punto de vista estrictamente económico podemos señalar grandes diferencias entre ambos países. Para empezar Bolivia no depende de los hidrocarburos tal cual lo hace su par caribeño, estamos hablando que los ingresos por concepto de IDH y Regalías ascendieron a 16.947,64 millones de dólares americanos (periodo 2006-2014), mientras que los ingresos provenientes de la Recaudación Tributaria, para el mismo periodo, ascienden a 35.412,63 millones de dólares americanos (109% superior a los recursos provenientes de los hidrocarburos); debemos recordar que este periodo fue el considerado como de bonanza en nuestro país, consecuencia de los precios record por barril de petróleo (61 dólares americanos en 2006 a su pico en 2013 de 105,87dólares americanos, precio medio OPEP).
Por tanto, tener un comportamiento similar al venezolano respecto a la empresa privada sería un suicidio, puesto que nosotros a diferencia de Venezuela no somos la 1ra reserva más importante de petróleo en el mundo, Bolivia tiene apenas 10,7 TCF de reservas probadas de gas (Sproule, 2018), que alcanzarían de acuerdo a su índice de vida para los siguientes 14,7 años. La recaudación tributaria da de comer a este gobierno, tanto es así que seguimos manteniendo las viejas leyes del sistema tributario del año 1987, el cual tras 13 años de haber ostentado el poder se mantiene más vigente que nunca.
El control de los precios, restricción a las exportaciones y control de la venta de divisas son tácticas que el Gobierno boliviano a tratado de usar como medios para mantener aliados importantes en varios sectores de la economía, y no así como políticas económicas para frenar problemas de convulsión social tal cual lo hizo Maduro en Venezuela que por ejemplo ha tenido que financiar sus programas asistencialistas (Bonos, Créditos Productivos a Bajas Tasas de Interés, Incrementos en el Salario Mínimo, Tipo de Cambio Subvencionado) a partir de la impresión de dinero sin ningún tipo de respaldo tal que para el periodo 1999-2018 la base monetaria de Venezuela creció en un 2.500.000%.
Si bien el Gobierno de Morales ha sido más cauto en ese sentido, ha incrementado peligrosamente la deuda externa y la deuda interna, que al unificarlas llegan a representar alrededor de 56% del PIB nacional (aproximadamente unos 22.680 millones de dólares americanos, tomando como ciertas las cifras dadas a conocer por el propio Morales donde anunciaba que el PIB 2018 fue de 40.500 millones de dólares). Venezuela apela al petróleo como garantía que le permite hipotecar su futuro a base de endeudamiento, Bolivia por otro lado no tiene actividad económica de similares características que garanticen un flujo continuo de dividendos para las arcas públicas, la fragilidad de nuestra economía demanda al Gobierno negociar en base a intereses comunes con los sectores estratégicos del empresario privado en Bolivia.
Para concluir ¿llegaremos a ser una nueva Venezuela? La respuesta es un rotundo no, por los antecedentes económicos expuestos y analizados, sin embargo, la forma en la que se consolidará la decadencia del proyecto de Proceso de Cambio será la misma que tanto Venezuela, como Nicaragua o Cuba han experimentado, el uso de la violencia sistemática y una escalada en la vulneración de derechos fundamentales en pos de mantener su más preciado botín, el poder.