Medio: El Diario
Fecha de la publicación: miércoles 16 de enero de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Y se hace hincapié en la profesionalidad que debe tener cualquier candidato de partido, al margen de la ideología política que tenga, fundamentalmente para que no se repita lo que los bolivianos venimos sufriendo durante este nefasto período masista (2006-2018), en el que desgraciadamente se nos ha manejado como un simple fundo de usufructo político partidario-familiar, y no así entiéndase bien, administrada como una verdadera nación, que hemos sido desde 1825 hasta 2005.
Y, repetimos, fue manejado el país como un simple fundo de usufructo político, partidario y familiar, porque no es un secreto que la falta de profesionales que ocupen altos cargos ministeriales ha ocasionado nepotismo, que sinifica: “Abuso de poder o reparto de cargos a favor de parientes y amigos”.
A todo lo anterior se suma la no intervención de la Contraloría General en el control de gastos públicos del Estado, ya que fue anulado el requisito de hacer Licitación Pública para adjudicar la realización de obras públicas, así como para la adquisición de maquinarias, equipos y otros. Esto ha dado lugar a las invitaciones directas y que proliferen los sobornos, disfrazados con el nombre de diezmos, que en el fondo han sido recargados en las licitaciones correspondientes, siendo el país el único perdedor de fabulosa cantidad de dinero.
Y lo más grave es que no hay un verdadero programa de gobierno, donde se especifique la prioridad de gastos, que en nuestro caso era: 1) Construcción de más escuelas, colegios, institutos técnicos. 2) Construcción de más hospitales de primer, segundo, tercer y cuarto nivel. 3) Creación de más fuentes de empleo, para que absorba la mano de obra desocupada de un 80% de la población boliviana, que apenas sobrevive.
Pero, por el contrario, se comenzó haciendo cientos de canchas de fútbol con césped sintético a lo largo y ancho de nuestro país, así como obras “monumentales”, que por falta de verdaderos estudios quedaron como “Elefantes blancos”. Y solo Dios sabe si alguna vez funcionarán o, en el mejor de los casos, si se podrá recobrar los millones de dólares invertidos, para algún día destinarlos a obras de verdadera necesidad pública.
¿Qué lástima, verdad?