Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 16 de enero de 2019
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Las fuerzas políticas que defienden la institucionalidad democrática han perdido su primera pelea, cuando, violando la legalidad y la soberanía popular, el Gobierno logró forzar sin sonrojarse la aprobación de la candidatura de Morales Ayma y García Linera, mostrando una vez más que en política la fuerza no siempre es proporcional a la razón. Lamiendo esta herida, vamos a las elecciones.
Desde el punto de vista del futuro de la democracia, el cuadro es muy grave y lo que está en juego es trascendental. Como no podía dejar de ser, la salida de esta crisis plantea dilemas y desafíos demasiado importantes como para no debatirlos sin prejuicios.
Personas cuyo compromiso con el país, inteligencia e integridad no pongo en duda proponen la necesidad de unificar la oposición en torno a un solo candidato. Independiente de quién sea este, por razones que expondré aquí, esto me parece un error estratégico, político y democrático.
Suponer que esas personas lúcidas y bien informadas están todas motivadas por el mismo sentimiento o comparten las mismas razones sería subestimar la inteligencia que les reconozco, pero en lo que he leído en defensa de esa unificación se argumenta sobre todo que es necesario evitar la dispersión de fuerzas (“la unión hace la fuerza”). Es decir, una razón estratégica más que programática.
Sin embargo, el principio que recoge el lema nacional se opone en este caso a otro de igual alcurnia: “No pongas todos los huevos en la misma canasta”. No es necesario forzar la memoria para convencerse de que este Gobierno estará dispuesto a hacer todo a su alcance para sacar del camino al o a los candidatos opositores. Creo que es un error estratégico ofrecer en la pelea electoral un solo blanco al que apuntar.
En segundo lugar, no hay un solo candidato que no tenga resistencias electorales; es decir, lo que parece ser una suma de votos implicaría una resta: un solo candidato opositor, cualquiera que sea, sumaría menos votos que el total de varios candidatos separados. De todas maneras, la Presidencia se definirá en la segunda vuelta entre Mesa y Evo, pero con mejor composición de la Asamblea Legislativa.
En democracia, los candidatos deben ofrecer a la población opciones programáticas para elegir. Ofrecer como única alternativa al “Más Evo” un “Cualquiera menos Evo” es políticamente pobre. Es hora de mostrar que García Linera está equivocado y que la oposición puede presentar propuestas positivas. Como decía lúcidamente Jorge Lazarte en una entrevista, Carlos Mesa todavía no lo ha hecho. Es un pecado capital.
Por otro lado, al momento de preparar esa propuesta programática, la búsqueda del consenso necesario para unificar candidaturas resultará inevitablemente en una juntucha programática diluida en lugar de las propuestas fuertes y coherentes que el momento demanda. Despreciar a Evo y ansiar la democracia son sentimientos compartidos, pero no hacen un programa de gobierno.
Finalmente, dada la configuración de fuerzas y escrúpulos, no se puede descartar la derrota, en cuyo caso la oposición electoral se convertirá en oposición parlamentaria. Sería forzado hacer que toda la bancada opositora se alinee detrás de un líder negociado. No hay un candidato que se haya probado haciendo oposición desde la calle y el parlamento y ese liderazgo hechizo anuncia fragmentación.
En resumen, salvo error mío a demostrar, en el afán de restaurar la democracia sacando a Evo del poder, la oposición delata su debilidad política al buscar una unidad artificial que es estratégicamente equivocada y en última instancia paradójicamente anti democrática.
Jorge Patiño Sarcinelli es matemático y escritor.