Es bien cierto que los bolivianos somos incendiarios en los discursos, más aún si son políticos, manejándose con demasiada soltura la lengua, sin medir las consecuencias que pueden ocasionar en caso de acatar esa orden y ejecutarla. 
Sin embargo, se hace necesario pedir mesura en tales discursos y respetar la diferencia ideológica,  debiéndose enfrentarlas con propuestas y no con prohibiciones de circular por tales territorios.
Los bolivianos debemos aprender a respetar el sistema democrático y con ello las diferencias ideológicas, aquellas que son más bien el contrapeso que se requiere en todo momento para garantizar el cumplimiento de todos los derechos humanos.
Se deben acabar esos discursos irresponsables, aquellos que ofrecen hasta ‘chicote’ a quienes piensan diferente y que quieren ejercer el derecho a la libre circulación y expresión de sus ideas en mitines o de cualquier forma de comunicación en determinado territorio.
Los líderes políticos, respetuosos del juego democrático, deberían ser los primeros en recomendar a sus militantes a ser tolerantes y permitir el ejercicio pleno de los derechos políticos, en cualquier circunstancia y lugar, dejando que sea la voluntad de la ciudadanía la que defina al final para quien estará dirigido su voto.
Las recomendaciones de respeto a la democracia se la debe hacer todo el tiempo, para que la ciudadanía sepa también ejercer su derecho y reclame ante cualquier decisión de violentarlos.